Zeppelin siempre se
caracterizó por saber abrir discos y esta no sería la excepción: Custard Pie [Pastel de crema] era el
indicado. El tema bebía de principalmente del ‘Shake ‘em Down’, de Bukka White,
pero en realidad disparaba para todos lados: desde el ‘I want some of your Pie’, de Blind
Boy Fuller (más tarde grabado como ‘Custard
Pie Blues’, por Sony Terry y Brownie McGhee) hasta ‘Drop Down Mama’, de Sleepy John Estés y ‘Help me’,
de Sonny Boy Williamson –nótese la similitud
entre nombres y letrística. Letra que daba otra vuelta de tuerca sobre la
proclama sexual de Plant, que decía: “Tu
pastel de crema,/ dulce y lindo;/ cuando lo cortés, mami,/ guardame un pedazo’ –creo no hace falta
aclarar de qué. Un demo del tema mostraba un solo de armónica donde finalmente
iría la armonía sonando. Típicos elementos de Zep aquí mostrados: el riff, las
voces, el solo más un fenomenal arreglo de Jones, interpretado con el
clavinete.
A continuación, uno de
los más –sino el más – menospreciados temas de Zeppelin: ‘The Rover’ [El vagabundo]. Primer tema donde el disco comienza a
retroceder en el tiempo. Escrito en el ’70 y grabado en el ’72, es una lástima
que no haya salido en su momento porque es un fuckin’ temazo y se termina perdiendo entre tanta genialidad que
desprende todo el disco. Con una de las letras más interesantes de Plant, donde
boga por los ideales perdidos de los ’60, preguntándose a dónde va a parar
todo, desde la ambigua figura del
vagabundo: alguien que no lleva una vida media ni “normal”, pero que por eso mismo
es dueño de su tiempo y tiene otra visión de las cosas. Sabe perfectamente qué
está pasando en el mundo, porque tiene más calle que otra cosa (“He estado en Londres, visto las siete
maravillas… He visto a los reyes que gobiernan a todos…”). Y, ¿no eran
acaso Zeppelin unos “vagabundos” ellos también? Con tanta carretera y ruta
entre gira y gira, caía casi de cantado que tuvieran un panorama global del
mundo, literalmente hablando. De hecho, hubiera sido muy difícil que Zep
hiciese la música que hizo de no ser por tener los miembros los pies sobre la
tierra. Ningún hombre es una isla ni está desprendido de su entorno –y esta
banda, menos.
Sí había un deseo que
terminaba de condecorar la canción: “Si tan
sólo pudiéramos tomarnos las manos”. Este salto tan radicalmente temático respecto
al anterior track sería un patrón en esta placa –y en toda la carrera del grupo
– pero ante la grandeza y eclecticismo que se habló antes, todo estaba
permitido. Incluso cambiar de ingeniero de sonido. En los créditos aparece la
frase: “Guitarra perdida cortesía de [Roy]
Neveson…, salvada por la gracia de [Keith] Harwood”. Habla del accidente en el cual el primero perdió un canal
de guitarra y recién el otro pudo salvar. Nadie tiene la culpa salvo él… o no.
El trabajo sobre el disco se había vuelto tan desorganizado que, cuando el
pobre ingeniero preguntó que había pasado con esa línea de guitarra, nadie supo
responder, desconocían. Y, cansado de que lo levantaran a cualquier hora para
grabar, decidió irse. No se sabía de nadie que se hubiese desmembrado antes un
proyecto de Zeppelin, pero la noticia no cayó bien. Sobre todo para Bonzo, que
le dijo de todo menos ‘lindo’.
Si ‘The Rover’ había abandonado su versión de
blues acústica original para terminar siendo lo que fue, los muchachos
volverían rápidamente a su género preferido con ‘In my Time of Dying’ [Al momento de mi Muerte], la canción grabada
y publicada más larga de toda su ornamenta. Aunque no original, era un cover
que reconocía sus inicios en ‘Jesús make
up my Dying bed’, de Blind Willie
Johnson. Pero hasta ahora había sido conocida y reconocida por figurar en
el álbum debut de Bob Dylan, que
también la grabó, pero con una escueta duración de 2 minutos… al lado de esta,
que dura 11. Grabada en vivo en el estudio, no tiene guitarra rítmica y,
mientras Bonham va siguiendo la Danelectro con slide de Page, Jones la pasa de
maravillas con un bajo freatless (sin
trastes). En versiones que no llegaron, se puede escuchar a vocalista y
baterista discutir sobre cómo entrar a
tempo –se discutía un método similar a ‘Black
Dog’ – y a Page calmándolos. Como para dejar el rastro casero, se escucha a
Bonzo gritar a Nevison: “Vamos a
escucharla ahora” Y otra frase más: “¿Es
esta [la versión] que queda?”; “Oh, sí, gracias”. En vivo, el rubio
cantante le dedicaría la pieza vilmente a Denis
Haley, ministro de hacienda del partido laborista británico (básicamente
quien les cobraba los impuestos) y a la Reina de Inglaterra. La lírica póstuma
refiere a la “última voluntad” del protagonista –lo que hizo declinar su interpretación
luego del accidente de Plant en el ’76.
Para apagar semejante
tormenta de blues del lado A del primer disco, el lado B arrancaba con otra
toma descartada: ‘Houses of the Holy’.
La pista que nominaba el álbum anterior había sido dejada de lado porque “no
encajaba” con la línea del disco. Extrañísimo, ya que “Houses…” es un disco por de más raro y cuya coherencia musical es,
precisamente, ir por cuanto camino se encontrase. Tal vez por eso quedó afuera:
como recae otra vez en la fórmula zeppelinera, peca de “cuadrada”. Un tema demasiado Zeppelin –incluso para
Zeppelin. Por otro lado, la lírica
tiraba para 2 partes: en principio, así llamaban los chicos a los lugares donde
grababan y tocaban: las ‘Casas de los
Santos’. Lugares donde joder, divertirse y pasarla bien. Aunque en otro
plano, apuntaba directamente a los lugares “sagrados” donde sus fans –y los
pibes en general – podían tener sus “rituales” de sexo y orgías tranquilos:
teatros, cines (“Déjame llevarte a las
películas/ déjame llevarte a los
shows…”), jardines y sigue la lista. Otra arremetida más a la larga vanagloria
sexual del grupo. Un interesante paralelismo con ‘Custard Pie’, que también alboreaba el vinilo.
“En 1935, Robert Johnson grabó una canción llamada ‘Terraplane Blues’
[Blues del Terraplén]. Esta es la especie
de ‘Terraplane Blues’ de Led
Zeppelin; se llama… ‘Trampled Underfoot’
[Atropellado bajo los pies]”, así evocaba y aludía ante el público voraz
del O2 Arena Robert Plant allá por
2007, presentando el hit y clásico de la banda. Lo decía porque, si bien el
primero habla de una infidelidad y el otro es una metáfora sexual, ambos usan
elementos automovilísticos para mencionar a la mujer (el “terraplén” era un
modelo de auto de ese momento, no se confunda con el término geográfico). Lo
que hoy llamaríamos, lisa y llanamente, una canción machista y era moneda
corriente en ese momento. Igual, si alguien lo hizo transpirar a Plant fue el
mismo Bonzo, cuando declaró delante de 15.000 personas –borracho, claro – que su
amigo le había afanado directamente la letra de ‘Trampled…’ a ‘Terraplane…’.
Aunque en el fondo, el tema le caía bien: “Un
gran ritmo para un baterista […] Te permitía
hacer un montón de adornos”. No era el único agradecido: Jones reconoció la
influencia del ‘Superstition’ (1972) de
Stevie Wonder a la hora de elaborar
el riff. Incluso los Zeppelin juniors
quedaron satisfechos: en 1979, Bonzo aprovechó y sentó –proféticamente – a su
hijo Jason Bonham a la batería
mientras la banda lo interpretaba en vivo. “Fue
la primera vez que vi a Led Zeppelin en vivo”, dijo en su momento. Todos
contentos. Definitivamente, una bisagra uniendo lo viejo y lo nuevo. Hablando
del vivo, entre otras mañas, los muchachos se encargaban de sumar lásers en el
medio, y Plant se encargaba de sumar líneas de ‘Gallows Pole’ (1970) hacia el final, luego de largas
improvisaciones, a pesar de no estar en el mismo tono (y acá ‘Trampled…’ zafa, porque es una canción
en un tono menor que parece de tono mayor).
Pero si hubo una
canción destinada a dejar como una de las mayores y más grandes composiciones de
todos los tiempos, esa fue, es y será ‘Kashmir’.
La épica obra que el primer LP con sus 8 minutos y medio de duración sería la
pieza central de todo el disco. Al punto ha llegado de querer ser, por parte de
Plant, aquella creación con la cual quisiese que se recordase Zeppelin, incluso
más que ‘Stairway to Heaven’. De más
está decir que le parece la mejor canción. Jones no se queda atrás: “Ahí está todo, todos los elementos que
definen a la banda”.
Y he aquí la curiosidad
más majestuosa: la canción no estaba originalmente pensada así. De hecho, Page
quería arrancar con la abrumadora caída orquestal hasta que Bonham sugirió que
fuese al revés –y como finalmente terminó quedando –: con esa subida creciente
para luego desembocar en el arreglo orquestal comandado por el mellotrón de
Jones. Ahí está el aporte fundamental del baterista, que por supuesto luego
hizo lo suyo con la sección rítmica y ese tempo rimbombante en toda la
epiléptica canción. Por lo que se escucha, “parece” simple, pero no es para
nada simple. Sobre esa muralla rítmica se sostiene todo lo demás. “El ritmo fue idea de Bonzo”, echaba a
luz Plant. Por cierto que Page añadió que cree que el riff es el mejor de toda
la amalgama que ostenta la banda.
“El elemento calmo y majestuoso la aportó la pasión por Oriente que
compartíamos Jimmy y yo –comentaba Mr.
Percy– Escribí la letra después de viajar
en coche por el desierto del Sahara, porque sabía que iba de camino al Sahara
español y Marruecos y España estaban en guerra. Circulaba por los baches de una
pista polvorienta del desierto y no había nadie en kilómetros y kilómetros”.
De esta manera hacía referencia el autor a la letra de lo que inicialmente iba
a ser una pieza instrumental y poco más tarde ‘Driving Through Kashmir’ [Conduciendo a través de Kashmir] –se puede
apreciar las razones, claramente. Aunque no existe ningún lugar llamado así
cabalmente, la región que más se le acerca es Cachemira, en el sudeste asiático. Cachemira es en sí un terreno en
disputa entre China, Pakistán y la India donde los miembros de la banda… no
estuvieron nunca. A pesar del “Cachemira
es el sitio ideal. Creo que, si tuviera ocasión, tendría que ir allí y quedarme
una buena temporada. O, si llegado el momento lo necesito, podría ser mi
refugio, mi Shangri-la[1]”
del vocalista. O a pesar de haber escrito sobre desiertos e imágenes que
evocaban paisajes cálidos aludiendo a una zona húmeda y montañosa. Pero forma
parte de la psicodelia y el existencialismo. Una lírica que habla de preguntas
sin respuestas, de un todo por revelarse, y la necesidad de sentirse acompañado
en ese viaje “a través del tiempo y el espacio”. Tal vez toda la imagen que
encerraba el desierto más el silencio de la ruta hayan hecho reflexionar
profundamente a Plant al respecto y de allí sacar una letra tan abierta. Como
un pensamiento dentro de un sueño, el tema se va apagando en un lento fade-out que deja una ambigua sensación
tanto de vacío como de plenitud –dependiendo de cada uno. Ahí se fue el evento
sonoro supremo de esta banda de Rock. Todo Led Zeppelin compacto en una obra.
Así se fugaba la
primera parte del disco total. Hasta ahora, sólo se tenía un temazo atrás de
otro. Ante cada una de las cimas, cuando parecía que no se podía dar más,
aparecía algo que lo hacía cada vez mejor. Las expectativas estaban cumplidas
con creces. Restaba ver qué seguía.
[1] Shangri-la es un lugar ficticio
descripto en la novela Horizontes
perdidos, de James Hilton. Se
sobreentiende que es un paraíso terrenal, alejada del mundo exterior, que
siempre se la está buscando.
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