miércoles, 18 de noviembre de 2020

Palabras Más, Palabras Menos II

[Escrito originalmente pensado y realizado para trabajo final de la materia Sociología, pero que descubrí que encajaba perfecto aquí (corregido y ampliado)]

"En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios
- Juan 1:1-14

    Con la que podría ser una interminable generadora de tratados de semiótica, elijo esta frase extraída del Nuevo Testamento para arrancar esta columna pues considero que sintetiza bastante bien todos los procesos al día de hoy utilizados en torno a la herramienta fundamental de la especie humana (y de este trabajo): la palabra.

    Decir "Al principio fue el verbo" implica, por lo menos, dos grandes cosas: en primer lugar, que el verbo es acción. Por lo tanto, la palabra también. La palabra es acción, por ende es movimiento. Genera. Y es en esa generación propia de la puesta en sintagmas de fonemas que son conceptos que la humanidad ha podido sostenerse, construirse y desarrollarse en el tiempo. La palabra tiene la característica esencial de ser no sólo propia sino inherente a la especie humana. Ninguna otra la tiene. Ha sido, entonces, una construcción conjunta a lo largo del tiempo que se fue desarrollando mediante muy diversas ramas -los idiomas-, aunque siempre manteniendo una lógica interna. Lo rico de ella es que, sin haber sistema único, ella se ha mantenido organizada bajo un elemento que la forma a la vez que es formada: la gramática.

    Boris Groys, en su ensayo "Volverse público. Las transformaciones del arte en el ágora contemporánea" (Ed. Caja Negra. CABA, 2015), más específicamente en el capítulo "Google: el lenguaje más allá de la gramática", expuso sobre la falsa democratización de la palabra en tanto elemento que, inserto en la lógica del algoritmo de Google, perdía valor al estar desprendido de la gramática.

    La palabra también es un territorio en disputa, por todo lo expuesto anteriormente. Y Google, en tanto plataforma, busca un dominio y una apropiación de la misma ¿Cómo? Con un sistema parecido a lo que pasó con la llamada "acumulación originaria" pero en tanto captación y organización de toda la información disponible alrededor de lo que está compuesto el mundo (manifestado en palabras, una vez más) fue algo hecho "sin consulta" y sin mediaciones previas. O, en todo caso, quizás sí hubo una democratización previa luego comprada y configuraba bajo un solo ente. Dividido en un infinito campo de páginas web, se manifiesta un mecanismo de parcelación y división ya no de la tierra natural, sino de la nueva, la virtual, la de las palabras-concepto-mundo. Este otro territorio fue conquistado de manera cuasi invisible. La apropiación y el atropello cometidos en un lado fueron por la fuerza, mientras que por el otro -no lo sabemos con certeza- fue aceptado o, al menos, invisibilizado. Hoy por hoy hay un monopolio total y absoluto.

    El que haya acceso por parte de toda la población no quiere decir que se acceda a todos lados. Si bien la "democratización" de la palabra puede pensarse como algo construido entre todxs (como si constituyera su propio lenguaje) lo cierto es que todos dependemos del mismo buscador con su propio criterio a cuestas -excepto lxs que lograron superar esa paja-, el cual determina a su vez el criterio de nosotrxs, lxs usuarixs. Criterio reforzado a base de los resultados seleccionados, generando un círculo vicioso. Es cierto que Google redirige a páginas que contienen aquello que se busca y no páginas suyas de contenido propio (no se redirige a sí mismo -aunque no le haga falta-) pero, ¿qué quita que no lo haga en un futuro? ¿o que no nos redirija a donde de hecho le conviene?

    Aquí se vuelve a ver la influencia de la Teoría de los Campos de Pierre Bourdieu y su incidencia entre el algoritmo y la vida diaria. El algoritmo está formateando, justamente, aquello por lo que lxs usuarixs van a moverse y, por lo tanto, conectarse. El algoritmo busca que lxs usuarixs se queden en su plataforma la mayor cantidad de tiempo posible. Por ende, cada vez que haya una búsqueda sobre determinados objetos/conceptos (reducidos a "palabras", insisto), este irá a donde lea que es mejor para esx usuarix en particular ir y, además, le propondrá otros estímulos (publicidad, páginas, anuncios, videos similares relacionados con la página en cuestión) junto a o en la misma página sugerida. Y, cuando dos de estas búsquedas en el ocurre en el mismo o en diferentes usuarixs, el algoritmo lxs une. Si las respuestas -las páginas a las que estxs deciden entrar- son las mismas, más aun. Lxs conecta. Los campos de cada persona se van profundizando e intensificando, creyéndose libres e independientes por hacerlo, pareciéndose más entre sí en realidad. Es en esa búsqueda o la falta de ella que lx usuarix tiene la posibilidad implícita de ampliar su campo o su influencia en él. Como en un efecto dominó, el suministro de la misma información habilita automáticamente a una dominación del cuerpo y de la mente -por extensión- aun mayor, pues no solamente se les proponen los mismos productos/"necesidades" a comprar sino también a consumir los mismos artículos periodísticos, las mismas novedades, la misma información. Una cosa lleva a la otra. Se conectan porque se relacionan y TE conectan, al estar relacionados. Más consumís, más profundizás en una postura. El consumo formatea el pensamiento y la acción, finalmente.

    La palabra, en ese caso, pasa a ser una mercancía en términos similares a los que planteaba Karl Marx. Si bien dicha mercancía no es estrictamente comercializable o intercambiable -bah, en teoría- sí tiene un valor social al ser uno de los elementos/herramientas con los que, definitivamente, se ayuda a conformar la realidad. "Lo que no se nombra, no existe" supo decir George Steiner. No podemos hablar de un monopolio sobre la palabra en el sentido del término, pero el ser humano ha dejado hace rato de ser el mero creador y "distribuidor" de la palabra como objeto de valor. Sí es cierto que con la acción va derivando el lenguaje y viceversa, pero hemos llegado al punto donde un agente externo no humano (manejado por humanos, sí, pero no humano per sé) delega y genera su propio lenguaje a partir de su existencia. El algoritmo es tan poderoso y la incidencia de la tecnología tan fuerte, que es/sería muy difícil desligarse de su influencia en la construcción del imaginario. Michel Foucault hablaba de ciertas técnicas como las normas legales o los discursos para configurar un bio-poder sobre el cuerpo que impactara en la conducta del individuo. Aquí se desarrolla cuasi a la inversa: el individuo se ve obligado, en su gran mayoría, en tener que tratar con algún tipo de dispositivo tecnológico por el propio desarrollo del sistema. Y es el cuerpo el que queda atado a estas condiciones impuestas de tener que trabajar con ellos, el que termina amoldándose a ellxs, el que termina siendo controlado, en vez de ser la tecnología la que se amolde al cuerpo -ríe a lo lejos Marshall McLuhan-. Google sabe que tiene todas las riendas pues todo pasa por él y para todo tiene herramientas y aplicaciones.

    De esta forma, podemos concluir tristemente que, al igual que los campesinos que fueron erradicados en su momento de sus tierras trabajadas -como bien señaló Silvia Federici-, al ser humano transformado en usuario también se lo ha erradicado de su terreno de disputa: el lenguaje. A la palabra se la ha desterritorializado de su campo de poder, la gramática. Al ser humano se lo ha desterritorializado de la palabra, que también es acción y, como vimos al principio, Vida. Al ser humano, finalmente, se lo ha desterritorializado de sí mismo.

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