jueves, 8 de octubre de 2020

Cultura L!ve

[Este posteo tendría que haber salido hace exactos 45 días, pero bueno. Pasaron cosas y 5 materias]

Hace 10 años que tengo Facebook. Increíble pero real. Irónico, teniendo en cuenta que fue una red social de la que renegué muchísimo tiempo -y mis amigos se reirán pues pueden recordar perfectamente aquellas veces en las que decía a viva voz que "nunca me [iba] a hacer un FB" (o basta revisar, sino, los conceptos de "La Vanguardia es Así VIII"). El primer y único motivo, lógicamente, era una supuesta superioridad moral -que no era tal- ejercida por aquellos que mirábamos de reojo esa "cosa" y decíamos "¿cómo vas a estar en una red social, ahí, donde están todos los boludos alienados?".

Bueno, pesó más una cultura social y entender por dónde estaba pasando todo. Para 2009, todo el mundo tenía Facebook. Todos. Era obligatorio y, si no tenías, no te podían creer. El mundo, la vida pasaba por allí. Fue la primer red social realmente transgeneracional. Gente de hasta 60 o 70 años tuvo y/o tiene. Y así con todas las consecuencias que tuvo para ellxs. Yo no tuve hasta Agosto de 2010, tardísimo en términos de tecno-moda social. Aunque también hacerlo fue intencional: me lo creé porque escuché que mis ex compañeros de la primaria organizaban juntadas por allí -y hoy, soy yo el que capitanea esas juntadas (sí, soy de esos seres horribles). Gabote, del mismo grupo, cuando vio que finalmente ingresé a esta tierra, me dijo el famoso "nadie puede ganarle al sistema". De todas formas, mi mejor amigo de su momento, 10 veces más radical que yo, ya se lo había creado y aun así ni siquiera fui el último: el Mito Ayala y el Mogno Cohen se lo hicieron después de mí.

Y hoy no lo cierro no sólo porque bien utilizado es una herramienta útil (la comunicación es una herramienta útil: ¿Cuánta gente consiguió laburo por FB? ¿Cuántas a su actual pareja?) sino porque acumula una cierta cantidad de información, posteos, frases y anécdotas que, revisados mediante la pestaña Recuerdos, me posibilita ver qué y cómo pensaba yo y mis contemporáneos en su momento. Me interesa saber quién era yo hace no tanto tiempo: la pérdida de perspectiva histórica me parece una picardía al lado de lo que podría aprovecharse -además de ser una buena postal de época, para no olvidar cómo era la aldea virtual. 

A mí me tocó atravesarla en su momento de más vigor en el justo punto entre mis 16 y 18 años. Repito: todo pasaba por FB. Cuando volví de viaje de egresados, hubo compañeras de mi promoción que subieron fotos con horas de diferencia tras la llegada (no había celular de tanta capacidad como hacerlo vía Wi Fi). No importaba dormir tras viaje. No había tiempo que perder. Quien antes posteaba, ganaba. Ganaba la mayor cantidad de likes y, lógicamente, los comentarios más instantáneos y originales pues eran los primeros. Y así con todo: cada evento, salida o acontecimiento semi-privado/público que ameritaba una carrera de fotos, terminaba indefectiblemente en el muro virtual de su creadorx o del dueñx de la cámara digital pertinente, muy en boga en ese momento.

La parte positiva es que, también gracias a la realidad circulando por fibra óptica, la batalla por sobresalir en los inicios me dio una enorme perspectiva respecto a un montón de ciclos y lugares a los cuales asistir, que a su vez me dieron a un montón de personas. La cantidad de cosas que me han ayudado a conocer los eventos aquí publicados todavía las estoy contando. Para colmo, yo era uno de esos rarísimos casos que ponían Asistiré... y asistían. Me parecía casi una cuestión moral, mirá. Y para peor: llegaba temprano. Llegaba a la hora exacta a la que lxs organizadorxs citaban. Creo que nunca entendí cómo funciona realmente la paja general (la paja de la cara ajena) de moverse de un lado a otro, posiblemente porque vivo en la loma del orto y todo me queda lejos. 

Puedo decir, además, con descansada conciencia, que la gran mayoría de contactos que llegaron a mi vida gracias a esos eventos, circularon de la realidad real a la virtual, y no al revés. Esas relaciones bien se han acabado, deteriorado o fortalecido con el tiempo, dependiendo. Porque hablamos de gente que va desde el circuito cultural hasta la horda militante, que valieron y valen un montón -o nada, dependiendo, de nuevo, de quién hablemos. Pero ya no nos debemos enfrentar a la epidémica estrechez entre conexión real y conexión virtual personal y el paralelismo que eso significaba en sus días. Recordemos: en momento, aceptar o no a una persona en tu FB, o -peor aun- eliminarla, equivalía a decirle "no sos más parte de mi vida". Inutilísima proposición, obvio, incumplible desde todo punto de vista -pero bueno, la aceptación de que ambas realidades se correspondían entre sí corría como la sangre. 

Facebook, convengamos, es un lugar horrible. Horrendo. Lleno de gente de mierda. Stalkers, mala leches, cyberbullies y microfascistas. Gente que no entiende ironías ni sarcasmos, no distingue fake news de reales, se aplaude con espejos parecidos en sus grupos cerrados y sólo lleva agua para su propio molino. Es cierto que el algoritmo nos conoce de memoria y ya ni se gasta en mostrarnos cosas nuevas, pero convengamos que la gran mayoría reacciona de la manera más lineal posible ante el advenimiento de cualquier otro pensamiento distinto del suyo. Tal vez haya cierto masoquismo en ir a encontrarnos con lo indeseado (más interesante de discutir) por la adrenalina que genera la confrontación. Pero el río no deriva siempre en un mar de agua espumosa y, lejos de ello, hemos mudado de pieles a otras redes sociales donde fuimos a desarrollar la motricidad fina en el arte del pecado.

No pretendo con esto romantizar el pasado, en absoluto. En aquel momento, no te digo que había una lucha encarnizada, pero se hacía todo lo posible por tener la mayor cantidad de likes y, quien sacaba más en el mismo estado, ganaba. He visto capturas de pantalla con gente solicitando a otras personas likes, rogando por un Me Gusta, ese botón venenoso de este sitio del orto. La cantidad de cambios de foto de perfil en un mismo día. Los posteos, las firmas en muros ajenos. ¡Las frases de canciones con doble sentido! ¡Dios, qué enfermos de mierda!

🤦‍♂️

Estas prácticas probablemente hayan derivado de la lógica Windows Live Messenger, que la mierda esta, increíblemente, logró destronar. Créanme: nadie en 2009 sospechaba que Messenger, ni remotamente, iba a desaparecer (menos con el inbox de mierda que es y sigue siendo una poronga). Y cayó. En otros lares, Flogguer había terminado y Blogguer sólo era para frikis que disfruta(ba)mos de escribir. ¿Querés saber qué es el avance de la tecnología? El comprobar que tu vida perece al ritmo de la tecnología con la que te identificás.

No estoy muy seguro de a qué conclusión me lleva esto. Es un arma de doble filo de la que te podés desprender, pero en un mundo capitalmente imperialista de poderes ultraconcentrados, quién sabe qué tan buen o mal sea descartar un elemento por el que pasan tantos factores, tanta realidad -nos guste o no- a la deriva con otras telarañas (Instagram, Twitter, Tik Tok). Nos quedamos con FB porque asumo que más vale malo conocido que bueno conocer (¡la definitiva tóxica relación!), aunque no. Nos conocemos mucho para ser tan pocos y cada vez menos, visto el éxodo etario que hace años sufre la Cía. Estamos ahí porque las cosas pasan acá, del otro lado de la pantalla. Luego, en todo caso, pasan allá, donde hay árboles y pavimento. Y seguirá así hasta que un día, de mala gana, obligado o no, el monstruo se despierte sin ganas de nada, decidido a cagarse en su historia y cierre la primer y única cuenta que siempre (le) importó: la suya.