domingo, 23 de octubre de 2022

La Vanguardia es Así XIX

[Esta columna fue originalmente publicada para el 70° cumpleaños de Charly García. Hoy, en su 71° aniversario, la reproduzco aquí, corregida y ampliada]

El futuro nunca llega, siempre está por llegar. Lo único que resta son especulaciones, adivinanzas, conjeturas, apuestas. Son muy pocas las veces, por no decir casi ninguna, que se tiene la seguridad de algo.

¿Se puede, de alguna manera, adelantarse al futuro (al presente), entonces? ¿Se puede ser el futuro en el mismísimo presente? Aparentemente sí. O al menos eso nos enseñó y enseña a lo largo de su vida el querido Charly García.

No sólo por lo estrictamente musical, como en Clics Modernos, donde se peleó con toda la crítica por los instrumentos utilizados y locación elegida (E.E.U.U.), donde luego todo el mundo grabó; ni por lo político, metaforizado cuando lo indecible estaba a la orden del día (Canción de Alicia en el País). No sólo por no perder la brújula en tiempos confusos o impredecibles (Yo No Quiero Volverme tan Loco; Piano Bar).

Parte de la resonancia de sus versos hoy día, que parecen escritos ayer para mañana, no es sólo por la vigencia de los problemas (en esencia) cantados sino porque su misma solución son igual de abstractas (El Karma de Vivir al Sur). Frases y frases atraviesan a generaciones enteras porque son emitidas desde lo más profundo del corazón y en empatía con el alma humana de cualquier oyente: "Nunca me animé a decirte nada, / nunca me animé a mostrar mi amor, / nunca penetré en tu mirada": ¿quién alguna vez no se sintió así? ¿Y por qué no es banal hablar así del amor? Porque no es obvio. Es certero, sin decir palabras exactas. Lo que se dice sinceridad. Y eso perdura en el tiempo.

Obras que incluyen lírica del estilo "los carceleros de la humanidad /no me atraparán dos veces / con la misma red" o "Somos suicidas/ y es la verdad" no son otra cosa que verdades que aplican a todxs, y todxs pueden sentirse identificadxs. En esas verdades se puede ver el oyente reflejado año tras año, aunque cambien las circunstancias, aunque cambien los discos. Entonces, en el pasado se habla también del futuro, porque los mismos sentimientos siguen atravesando los tiempos y, si la frase continúa resonando a pesar de todo, es porque fue hecho con la suficiente honesta humildad como para decir lo que se piensa y siente, sin temor al quédirán. En ese voto de confianza con el oyente, es casi imposible que al menos una persona no se sienta identificada y capte la franqueza del mismo mensaje. Y al final, resulta que no somos pocos los identificados, sino unos cuantos...

Siempre está bueno tener un artista sincero a mano. Por eso García es tan querido. Porque aun cuando uno se pueda sentir mal o desolado, siempre habrá un Charly en la repisa de los discos o en las listas de reproducción aleatorias de algún algoritmo dispuesto a ser escuchado y dar una mano en la soledad o en la angustia. Y eso no tiene precio. Volver al bicolor es volverse a encontrar con uno mismo. Y, donde sonaron esas canciones en el pasado, reverlas en el presente con otro gusto, con otro tono, sabiendo que las volvereeemos a ver, una vez más, en otro futuro para volver a compadecernos, para volver a comprendernos, para volver a ver cuántas cosas más nos tenían guardadas.

Alguna vez Robbie Krieger, guitarrista de los Doors, contó que no sabía qué escribir a la hora de componer la letra de Light my Fire. Jim Morrison, su colega y vocalista, le dijo que debía tratarse de algo eterno, para que la letra no caduque. Y así fue.
Con Charly es igual: lo eterno, lo inherente al ser humano atraviesa toda su obra y así estará grabado para siempre. Para el futuro. Porque Charly García fue el pasadno, es el presente y será nuestro futuro. García está en el futuro. Es el futuro.