lunes, 11 de septiembre de 2023

Message in a Bottle (The Message)

     Nunca escuché "¿Cuál es?", aquel programa que dominó 10 años el aire radial de Mario Pergolini, estaba demasiado enfrascado escuchando la Mega. No me llamaba demasiado la atención el título, como que le faltaba algo: ¿cuál es qué? ¿Qué es lo que hay? ¿No debería ser 'cuál hay' o 'cuál está'? Si bien la retórica de la pregunta debía llevarme a contestarla escuchando el programa (bien pensado), lo cierto es que conmigo nunca funcionó.
    Este año encaré más decididamente la organización de eventos. Eventos culturales-artísticos under, para ser más específico. Difundir, promocionar artistas emergentes o de trayectoria no reconocida me ha parecido clave en este mundo, a punto de volverse mi leit motiv, desde mis tiernos 15 años. Hoy, con un poco más de recorrido y edad, me encargo de hacerlo en soledad desde Karvum Producciones, mi productora audiovisual independiente. 
    Un par de conclusiones al respecto: más difícil que hacer esto es mantenerlo. El impacto inicial de cualquier idea puede estar bueno y funcionar, pero sostenerlo con la misma regularidad y entusiasmo no es sencillo. Sobre todo porque empiezan a jugar factores que en una única ocasión quizás no afecten, pero a la larga sí. Ocurre si trabajás con las mismas personas, o con diferentes. El peor de los cánceres, siempre, es cuando del otro lado -cualquiera sea el otro lado- se descree de aquello que se está haciendo. Hablo de artistas y de organizadores, de difusores y dueños de locales. Al desgano vertido en un proyecto que debe ponerse de pie o empezar a caminar, nada lo vence, porque logra que se caiga solo. No se convoca, se deja estar el proyecto, se lo abandona, cae víctima de la procrastinación. Se espera que las cosas pasen porque sí. Cada tanto talla un 
curioso fenómeno recíproco: el espacio espero que el/la artista traiga a sus seguidores y, al mismo tiempo, este espera que al lugar caigan sus habitués, ambos para llenar la fecha -se pueden imaginar en qué deriva la cuestión. O, anclados en el éxito de otros ciclos/números, organizadores ni se molestan en defender algo incipiente porque no puede, no quieren o no le ven futuro. Resultante, una triste profecía autocumplida.
    Innecesario pues, con un poco de ganas, la cosa tranquilamente podría mejorar. Y no lo digo sólo en un sentido romántico, lo digo en un sentido comercial. No hace falta más que una buena curaduría para poder potenciar personas y que eso genere un circuito comercial entre más espectadores que conozcan un lugar y quieran habitarlo como consumidores. No va a ser un perfecto círculo virtuoso, pero tampoco existen los negocios perfectos. Luego queda superar los imponderables: el clima, la competencia con los servicios de streaming, los problemas personales y la situación económica general.

    Capital, obviedades al margen, no es Provincia. Las tarifas y las posiciones socio-económicas no son las mismas. Las distancias y las audiencias, tampoco. Y lo absurdamente caro que se volvió CABA debería, en teoría, mover al público hacia zonas más baratas (PBA). No obstante, la falta de costumbre + el acceso trabajoso no colocan a esta como la primera opción. El PRO apuesta y especula con la comodidad y vagancia de sus pobladores, que no van a ir a la insegura Provincia de Buenos Aires (excepto Olivos/Vte. López) a ver artistas nuevos para volver a cualquier hora, porque saben que al fin y al cabo todo está aquí. Buenos Aires no va a salir de su lugar protagónico y a ningún extranjero lleno de dólares -los principales apuntados- le importa la escena under de Bernal o Ramos Mejía. Para que ocurra lo contrario, debería haber una política de mejora económica (sobre todo en la clase media) y otra de transporte -algo que en esta enorme inmobiliaria feudal que es Ciudad de Buenos Aires hace 20 años que no pasa. 
    Frente a este panorama, buscar algo artísticamente trascendental y exitosamente comercial -características no necesariamente excluyentes- se torna complejo. ¿Debo obedecer ciegamente a la demanda -¿cuál demanda?- a pesar de que ello no me agrade o ir por sí o sí por donde me guíe el instinto? ¿Es posible combinar ambas cosas? Y si no, ¿cómo lograrlo con lo único que yo considero de calidad respetable? ¿Es tan solo falta de publicidad? ¿O de tiempo?
    [No voy a hablar de subsidios porque no es mi área, pero sí quiero dejar constancia de que no puede ser que entregarlo tarde entre 1 y 2 años: proyectos y lugares enteros pueden desplomarse en un lapso de tiempo así]
    Cuando no tenés una banda de gente que te siga a todos lados bancando la parada en la que sea o simplemente no tenés el aura social que hace falta para entusiasmar a lo que están alrededor tuyo (yo), la constancia de cierto ciclo o propuesta se agota. Puede estar buena la propuesta y todo, pero donde no hay público, la cuestión empieza a flaquear. Le adherimos las circunstancias que describí anteriormente y los dueños del local te empiezan a mirar, a decir con suspiros "hay que hacer algo con esto [terminarlo]". Todo debe cerrar clin-caja (y me parece perfecto). Mantener un bar o un centro cultural (sostenidos de la compra/venta de comida/bebida) no es fácil. No es nada fácil, de hecho.
    ¿Qué hacer entonces frente al desmoronamiento de propuestas, los cierres de lugares o los aprietes de los dueños? ¿Cómo hacer para enfrentar la depresión de ver cerrar o acabar una propuesta artística o lugar que las concentraba?

    Y es ahí, entonces, cuando entiendo la pregunta inicial que me hice aquí, cómo se completa esa pregunta inconclusa: ¿cuál es el mensaje? ¿cuál es la que hay que hacer? ¿Qué mensaje les damos a futuros músicos, artistas y trabajadores de la cultura en general si bajamos los brazos? Sea cual sea el resultado final entre las opciones, es imperioso el uso y obtención de información, de conocimiento. Teniendo en cuenta que es muy complicado llevar producciones adelante -y más haciéndolo por propia cuenta, como a mí-, no queda otra que cruzar data. En el mejor de los casos, si hay un encuentro con otro en la misma sintonía o tras el mismo objetivo, planes o proyectos espontáneos pueden surgir. Esto es una semilla que debe nutrirse de sí misma y de lo que provea el suelo -me disculparán la metáfora hippie- pues no podemos especular con que vaya llover. Especular no sirve de nada (en la vida).
    Durante mi adolescencia, lamenté nunca haber encontrado a la banda que me marcara e identificara toda la vida durante su actualidad. Lo más cercano que tuve fue Proyecto Infinito, la banda de un ex amigo que nunca llegó tan alto como se merecía, y Duratierra que, si bien son buenísimos, hacen mayoritariamente folcklore, y yo quería Rock, ja. Puede que me haya perdido a "esa banda" por prejuicioso, pero al menos me hubiera gustado tener la posibilidad de elegir. Esto que escribo acá también viene a ese cuento: para entregarle a alguien la chance de conocer ese fenómeno artístico que lo ayude a pasar más amenamente la vida, a comprenderla y comprenderse, a destruirse y rearmarse. 
    No sé cuál es la respuesta a todos los interrogantes que planteo, sé que no hay una sola y que pretender dominarlo todo no es la correcta, pues los imponderables siempre van a existir. Mi deseo es que entre quienes organizamos podamos pasarnos info y hacer que la misma circule para poder re-traccionar entre todos el circuito cultural independiente de forma tal que reditúe en buena manera para todas las partes. No es una misión dictada por nadie, pero como objetivo macro-cultural a largo plazo, puede ser muy benévolo ver en qué puede transformarse y decantar una política de cultura under conjunta. Resultados positivos, a lo largo de la historia, no han faltado.

miércoles, 16 de agosto de 2023

La Memoria III

 [Manuscrito hallado en un cuaderno, fechado el 04/07/2022, en CEMIC, Saavedra]

    Como se sabe, la memoria nunca es real ni total, cada unx juega al juego que más le conviene o le gusta o se convence: unx se basa en aquello que se acuerda o cree que se acuerda y cómo se lo cuenta y/o autovalida. Por ende, todo el relato y autojustificación que uno hace con su historia e identidad es son subjetividades sobre subjetividades. Una historia incorrecta y vestida de los juicos personales de la época -también personal- de cada uno. Ergo, el nivel de relevancia de la memoria también pasa a ser subjetivo, y la formación de la personalidad/identidad, reflejo de los reflejos de aquello que uno quiere, pretende o le gustaría -a lo sumo- reflejar.

    Construir es modificar destructivamente algo que estaba e incorporar algo que se irá modificando a lo largo del tiempo. Los actos se agotan pero se renuevan, ¿no? Con otro nombres pero sigue pasando. Vivir es inevitable. Y eso es una porquería porque en ningún momento se le puede poner pausa. Ni siquiera dormido, ni siquiera en coma. Morirse es una angustia, un deleite. Siempre está pasando y todo parece apuntar hacia allí. Como si la vida, metafísica, fuese adicta. Solo quiere escaparse hacia allí. La puta madre que lo parió, las mentes conscientes no nos merecemos tan poco...

sábado, 31 de diciembre de 2022

Perfectamente Roto

Es perfectamente fiel
es perfectamente loco
es perfectamente hiel
Perfectamente roto

Es perfectamente miel
Es perfectamente todo
Es perfectamente sien
...perfectamente roto

Y las heridas,
el puzzle del hombre mayor
con las mañanas
girando contrarreloj

¿Cuál fue la ruina de antaño?
¿Qué es la risa? Desengaño
¿Qué altibajos recorrieron sus pies
para no poder caminar otra vez?

Si en la sombra ha desecado su amor
nunca volverá a ver el albor

Es perfectamente fiel
es perfectamente loco
es perfectamente hiel
Perfectamente roto

Es perfectamente cruel
es perfectamente hosco
es perfectamente él
Perfectamente roto

Perfectamente roto
Perfectamente roto
Perfectamente ro...

viernes, 23 de diciembre de 2022

Rambling on my Mind

     En algún momento de Abril de este año: "¿Deambulan por la Ciudad?". Lo decía mi director de coro en un ejercicio pre-vocalización, donde nos invitaba a recorrer el espacio. No me pude sacar la pregunta de la cabeza nunca más. Pero no porque fuese muy difícil o se volviese una obsesión, sino porque era una pregunta tan obvia -bah, con una iniciativa tan obvia, digo. "¿Por qué no deambulo más por la Ciudad?", me empecé a cuestionar. Porque ni bien él hizo la pregunta, la obvia respuesta fue "no", y eso me molestó muchísimo: ¿por qué no deambulaba más por la Ciudad? ¿Por qué no me entregaba o ponía de manifiesto ese hermoso ejercicio que es caminar sin rumbo por las cuadras tan grandes y anchas que tiene este pueblo? Lo que más me dolía, de hecho, no era el no hacerlo per sé -puesto que puede realizarse "en cualquier momento"- sino que es algo claramente anti-sistema y nunca me lo había puesto a implementar: ni siquiera es "pasear" (que tiene un objetivo en el fondo: despejarse) sino el ir latiendo por allí sin un fin o rumbo claro, sin un punto de llegada más que el de regreso -asumo- y no necesariamente respetando el sentido de las calles. No hacer nada de lo efectivamente establecido, ni mental, ni físicamente. Mentalmente porque tampoco hay algo claro en lo que pensar (logrando ejercitar distinto el pensamiento al igual que en la ducha: la cabeza empieza a conectar conceptos de forma diferente)*. No es la gran cosa, pero es algo.

    Sabemos que Buenos Aires son dos ciudades distintas de día y de noche. Ni opuestas ni complementarias, porque no lo son. Pero sí distintas. Entonces, ayer por la noche, mientras deambulaba por primera vez en meses, me vino a la cabeza la cuestión: "¿habrá algunx individux que sintetice tal cual la Ciudad?". Hablamos (hablo) constantemente de estímulos e influencias que pueden y desembocan en nosotrxs, o de los pocos que podemos irradiar -teniendo más o menos poder-. Ahora bien, ¿habrá alguien que los reúna todos? ¿Habrá alguien que atomice todas las actitudes e influencias de Buenos Aires de la forma más equilibrada posible? ¿Habrá alguien que haya leído o interpretado tan bien la city como para encarnarla en su forma total y entenderla como es? Debería ser -imagino- alguien que se posicione en el medio, ni en un hemisferio ni en otro de la jornada, como cuando aclara el día o al crepúsculo, cuando la ciudad se está apagando. La imagino como alguien callado pero sutil, con un millón de pecados encima pero sabiendo exactamente qué y cuándo decir lo que hay que decir. Abundante en cinismo y en amor. Quizás cambiante respecto al clima, pero siempre atento, prudente, capaz. 

    Debería haber un cierre formal para este texto que ya bastante desordenado está, pero lo cierto es que no lo tiene. Voy a respetar su forma divagadora esperando que el mismo haya servido para impulsar a alguien a por lo menos tomarse unos minutos e ir a deambular por ahí, en busca de otras pases o sensaciones -e irónicamente, no volverlo rutina: sería ir a contranatura de su esencia. Porque no está de más, en el medio de tan rígida vida, "preferir siempre un poco de caos". Felices Fiestas.

*Así surgió este escrito: deambulando.

miércoles, 16 de noviembre de 2022

¿Qué ves? II

     Hace un buen par de años, noté que mi falta de conocimiento a nivel películas era horroroso. Me propuse ver más, más seguido, y -lista mediante- logré aumentar considerablemente la cantidad. La pandemia lo profundizó aun más, haciéndome llegar a las 100 pelis por año. Para algunos, mucho; para otros, poco. 

    Toda esta perorata de entrada viene a cuento de que, cuando uno más y más se va adentrando en el mundo del cine, más comienza a cruzarse con la historia, comentarios, críticas, comparaciones, recursos, y demás... Y, si bien eso no te vuelve un experto, ya no ves las cosas de la misma manera, y te empezás a hacer -consecuentemente- un par de preguntas.

    Por ejemplo, una inquietud que viene dándome vueltas hace años en base a esto es: ¿cuánta distancia hay entre lo que veo y lo que efectivamente me están mostrando? Digo, al momento de ver una película, ¿estoy viendo lo que la película propone o estoy viendo lo que quiero ver, lo que yo estoy queriendo o buscando ver? ¿Cuál es la diferencia, dónde está el límite? Es tan grande mi miedo en general a no ver lo que el film me propone, lo que realmente quiere decir de fondo, que muchas veces me privo -sin buscarlo- del disfrute. También es cierto que podría rever aquello que ya vi, pero no acostumbro, jaja. Me juzgo caprichoso en ese sentido, pero no dejo de pensar que donde reveo un film podría estar viendo otro nuevo. A revisar esta conducta, me falta mucho crecer como espectador.

    Ocurre que esto tranquilamente se podría trasladar a la gente con la que me relaciono día a día. Uno elige qué mostrar y qué no, pero nunca en su totalidad. Los errores hablan, el inconsciente habla, el lenguaje corporal habla. Y al mismo tiempo, del otro u otros lados, se decide qué ver, no ver, oír, e incluso hacer con ese material. ¿Cómo se hace, entonces, para ver la película completa de los demás? ¿Cuántos revisionados hace falta para entender a quienes tenemos adelante? Creo que era Kant quien decía que uno nunca llegaba a conocer realmente la esencia de las cosas -y, si bien entiendo la metáfora, no somos "cosas" en este caso, sino sujetos atravesados por el tiempo. Tiempo que para colmo todos atravesamos y sentimos de manera diferente, y cuyos cambios en la vida nos van influyendo gota a gota, hasta hacerse casi imperceptibles en ciertos casos. Con los mismos hay que lidiar día a día primero con uno y luego con cientos de demás. 

    Pensando que uno puede ni va a ser siempre el director o el protagonista de su película -y el montajista, mucho menos- ¿qué relato o acción es creíble en uno o los demás y dónde está el límite para asimilarlo? Reflexionar acerca de todo con el criterio de unx mismx es algo súmamente difícil, puesto que al conocer los colores o grises que tiene la vida en cualquier situación, poder asentar una base o una columna de pensamiento desde la cual pensar por unx mismx con seguridad es harto complicado, pues todo criterio que tenemos siempre será basado en el de alguien, o algo más. Recientemente lo figuré como si unx tuviera un puerta delante abierta donde hay muchas situaciones de todo tipo y colores ocurriendo simultáneamente al punto de no distinguirse exactamente qué está pasando en ninguna de las situaciones y uno, fuera de la misma, como a punto de entrar, pero conectado vía un cable rojo en el ombligo a esta suerte de universo, que se pierde al pasar por la puerta, se difumina. 

    Pero, por fuera de esta puerta, en los alrededores, nada. Todo blanco. Yo no puedo verme a mí mismo allí -aunque asumo que estoy- pero teniendo en cuenta todo lo demás, puedo suponer que sí. De lo contrario sería raro puesto que mi criterio no puede estar conectado a otra cosa sino a un cúmulo de situaciones deriva en la formación de un sujeto (no al revés) -lo que significa que, en todo caso, a muchos otros sujetos le ocurre lo mismo en paralelo, con sus respectivas experiencias e impresiones, análisis y conclusiones. Qué difícil todo, loco. 

    Con el oxígeno de los días, me agrego el pensar que tener no un único criterio sino un pensamiento único (o sea, una misma raíz para todos ellos) sería terminar directamente en la esquizofrenia total, ya que no habría nadie para contradecirnos o, al menos ampliar nuestro punto de vista. Y, como diría un conocido que seguramente esté leyendo esto, la mente acostumbra -¿por instinto de supervivencia?- a elaborarnos escenarios dramáticos y la perspectiva propia de la distancia mental que se ejecuta con el discurso del tercero presente ayuda a apagar varios incendios mentales. La sociedad, ese mal necesario por excelencia. 

    Pensar es como surfear sobre un subibaja. Un acto naturalmente violento con unx mismx pero también con lxs demás. No por malintención, sino por el natural choque y colapso de pequeños universos cognitivos, de donde puede surgir un big bang o un apocalipsis. Depende mucho de la persona que coopte ese choque mental lo que ocurra. Y allí, una vez más, la dependencia de circunstancias, etc, etc como neuronas inquietas haciendo sinapsis entre todas. Lo único que puedo concluir es que, sobre el criterio y la manutención de independencia de criterio y pensamiento, el juez que decidirá o no todo al respecto será el tiempo. Ojalá uno pudiera adelantarse a sus propios juicios en el tiempo. Pero qué debe haber más difícil que saltar la propia pared temporal de uno. ¿Puede uno adelantarse a su propio tiempo? ¿Cómo se hace para ganarle a lo implacable?

domingo, 23 de octubre de 2022

La Vanguardia es Así XIX

[Esta columna fue originalmente publicada para el 70° cumpleaños de Charly García. Hoy, en su 71° aniversario, la reproduzco aquí, corregida y ampliada]

El futuro nunca llega, siempre está por llegar. Lo único que resta son especulaciones, adivinanzas, conjeturas, apuestas. Son muy pocas las veces, por no decir casi ninguna, que se tiene la seguridad de algo.

¿Se puede, de alguna manera, adelantarse al futuro (al presente), entonces? ¿Se puede ser el futuro en el mismísimo presente? Aparentemente sí. O al menos eso nos enseñó y enseña a lo largo de su vida el querido Charly García.

No sólo por lo estrictamente musical, como en Clics Modernos, donde se peleó con toda la crítica por los instrumentos utilizados y locación elegida (E.E.U.U.), donde luego todo el mundo grabó; ni por lo político, metaforizado cuando lo indecible estaba a la orden del día (Canción de Alicia en el País). No sólo por no perder la brújula en tiempos confusos o impredecibles (Yo No Quiero Volverme tan Loco; Piano Bar).

Parte de la resonancia de sus versos hoy día, que parecen escritos ayer para mañana, no es sólo por la vigencia de los problemas (en esencia) cantados sino porque su misma solución son igual de abstractas (El Karma de Vivir al Sur). Frases y frases atraviesan a generaciones enteras porque son emitidas desde lo más profundo del corazón y en empatía con el alma humana de cualquier oyente: "Nunca me animé a decirte nada, / nunca me animé a mostrar mi amor, / nunca penetré en tu mirada": ¿quién alguna vez no se sintió así? ¿Y por qué no es banal hablar así del amor? Porque no es obvio. Es certero, sin decir palabras exactas. Lo que se dice sinceridad. Y eso perdura en el tiempo.

Obras que incluyen lírica del estilo "los carceleros de la humanidad /no me atraparán dos veces / con la misma red" o "Somos suicidas/ y es la verdad" no son otra cosa que verdades que aplican a todxs, y todxs pueden sentirse identificadxs. En esas verdades se puede ver el oyente reflejado año tras año, aunque cambien las circunstancias, aunque cambien los discos. Entonces, en el pasado se habla también del futuro, porque los mismos sentimientos siguen atravesando los tiempos y, si la frase continúa resonando a pesar de todo, es porque fue hecho con la suficiente honesta humildad como para decir lo que se piensa y siente, sin temor al quédirán. En ese voto de confianza con el oyente, es casi imposible que al menos una persona no se sienta identificada y capte la franqueza del mismo mensaje. Y al final, resulta que no somos pocos los identificados, sino unos cuantos...

Siempre está bueno tener un artista sincero a mano. Por eso García es tan querido. Porque aun cuando uno se pueda sentir mal o desolado, siempre habrá un Charly en la repisa de los discos o en las listas de reproducción aleatorias de algún algoritmo dispuesto a ser escuchado y dar una mano en la soledad o en la angustia. Y eso no tiene precio. Volver al bicolor es volverse a encontrar con uno mismo. Y, donde sonaron esas canciones en el pasado, reverlas en el presente con otro gusto, con otro tono, sabiendo que las volvereeemos a ver, una vez más, en otro futuro para volver a compadecernos, para volver a comprendernos, para volver a ver cuántas cosas más nos tenían guardadas.

Alguna vez Robbie Krieger, guitarrista de los Doors, contó que no sabía qué escribir a la hora de componer la letra de Light my Fire. Jim Morrison, su colega y vocalista, le dijo que debía tratarse de algo eterno, para que la letra no caduque. Y así fue.
Con Charly es igual: lo eterno, lo inherente al ser humano atraviesa toda su obra y así estará grabado para siempre. Para el futuro. Porque Charly García fue el pasadno, es el presente y será nuestro futuro. García está en el futuro. Es el futuro.

martes, 6 de septiembre de 2022

Civil War

     Me atraviesan tantos pensamientos respecto a lo que pasó el último Jueves 1° de Septiembre que no sé por dónde empezar. Tal vez estoy demasiado tiempo en redes sociales. Pero lo ocurrido el otro día con el intento de magnicidio de la actual vicepresidenta de la Nación de dejó el ánimo por el suelo. O cargado de bronca, no lo sé. Son demasiadas cosas. Y demasiadas cosas negativas. Cómo será que me volvió a llamar a escribir. No encontraba una buena excusa o un entusiasmo suficiente hace meses y este acontecimiento giró la manivela. Escribir siempre fue, es y será una buena manera de descargar.

    Repito, no sé ni por dónde empezar. Quisiera decir -¿a quién? No importa-, en primer lugar, que para mí no fue un auto-atentado. No fue ficcionalizado ni actuado. Fue real. Pudo haber pasado, como no. Si fue actuado, y abusan de mi inocencia, prefiero indignarme después a cuestionar un evento que podría haber desatado un desastre inédito (para mi generación). No tiene sentido el teatro. Mostrarle a la sociedad entera que cualquiera puede acercarse a la segunda cabeza de la Nación y dispararle es todo menos algo inteligente. Un par de energúmenos han esbozado un ímpetu de la protagonista por volverse mártir y así zafar de los juicios por causas que tiene. En otras palabras, alguien de casi 70 años, con nietos de pocos años, prefiere estar muerta a encarcelada, ajá. No resiste el menor análisis. 

    No sé si podría haber visto venir. Yo creo que no. No estamos acostumbradxs a este tipo de caso -por lo menos, quienes nacimos ya en democracia-. Puede haber otro tiempo donde sí, pero hoy no. Hace tiempo. Sí, todos se amenazan con la Justicia y qué sé yo, pero sabemos perfectamente que una vez que llegan las urnas, el aire vuelve a la tranquilidad. No es la única instancia, pero es la "decisiva": la que dice si sí o si no. Por lo menos, así se acordó del '83 en adelante. Y hasta acá, venimos cumpliendo. Más o menos. Con muchas falencias. Pero cumpliendo, dentro de todo. 

    Esto me da pie a lo que sigue: por qué este asunto ameritó el -mal llamado- feriado, que en mis palabras debería haberse llamado "asueto". No sólo estamos hablando de la Presidenta de la Cámara de Senadores, sino por todo el poder simbólico y real que conlleva. El Poder no es un cuadro sinóptico donde los que hablan son sólo cargos y no nombres. Eso no tiene sentido. Las relaciones de poder existen entre 2 personas cualesquiera, o más. Ese poder se construye, se constituye, se pierde y se gana. Hay tiempo e historias ahí detrás. No algo indistinto e inerte. Hay personas. Y hay personas que confían en otras personas para otorgarles una jerarquía y un poder a cargo de que ejecuten medidas en favor de aquellos que los votaron Y NO. Yo no soy una mente brillante y lo entiendo. ¿Cuestionás el sistema republicano y democrático representativo? Ningún problema, debatamos. 

    Pero debatamos. Y no lo digo sólo por los demás. No lo digo por los forros de Macri, Bullrich, López Murphy, Arietto, Granata y el marido de Pampita. Lo digo también por mí, que estoy expuesto a lo dicho en redes sociales y a todo tipo de medios de comunicación digital, y que más de una vez me pongo a pensar en blanco y negro. ¿Por qué hago esto? ¿Por qué lo hago, si sé que no está bien? Asumo que porque todo el tiempo soy estimulado a eso (Clarín y La Nación publicando sobre cómo cargar correctamente un arma, hijos de puta). Pero someterme a ese tipo de pensamiento es darles la victoria a ellos.

    ¿Otra vez con el 'ellos o nosotros'? No, me refiero a quienes hubieran preferido que el inicio de Septiembre hubiese sido signado por un asesinato público o nada. Una porción de la población no quiere -o no puede- entender que el otro día podría haberse desatado una guerra civil. No exagero, el horno no está para bollos. Y en mi caso, que no soy fundamentalista ni mucho menos, sí que hubiese salido a la calle igual. Imagínense a alguien más fiel o comprometido con su partido. No hay vuelta atrás. Podría haber sido terrible y quién sabe dónde se hubiese detenido -si se hubiera detenido. Hay personas dispuestas a dar la vida por ciertas causas. Hay gente dispuesta a dar la vida por otras personas -sobre todo, si esas personas sean la cara visible de ciertas causas. 

    En eso también deriva la resolución política inmediata. El feriado dado básicamente para calmar las aguas y para -otra vez- demostrar un simbólico apoyo a Cristina y, de fondo, a la democracia. No porque sean exclusivamente sinónimos, pero sí por el papel que toman hoy día. Una es, en este momento, la representante de un puesto político dentro del sistema que, dijimos, en mayor o menor medida, permite llevar una vida más o menos en paz. Sí, con muchas falencias, errores. Pero no peor que otros tiempos vividos -sin ser precisamente dictatoriales. Aquí se ha bombardeado Plaza de Mayo. Y la reconstrucción histórica del aparato político ha llevado un tiempo signado por mil eventualidades económicas. Entonces, la cantidad de gente en diferentes plazas -pocas, para mí, viendo las que fueron- era súmamente necesario. Si cumplió con las expectativas o no, concluirá cada uno. Lamentablemente, me da la sensación de que la mayoría de la población "se enojó" con la medida, sin contar que directamente no creen en el asunto. No salimos a defender a Cristina, salimos a defender el sistema democrático. 

     Sistema, digamos, atacado constantemente tanto de un lado como de otro. Pero no al mismo tiempo ni al mismo precio, eh. Lo digo porque la tan mentada "grieta" le sirve a ambas partes, lo sabemos. La política también se define en ciertos casos por la existencia de un enemigo, de un rival. De quién "no ser". Pero no es ni a ganchos lo mismo la violencia de un lado que del otro. De uno tenemos un oficialismo débil, manejado más por la ilusión y el poder democrático, sosteniéndose pero con mil quilombos. Del otro, el aparato mediático y político opositor atacando 24x7, ya sea con fake news, con escándalos, con mentiras, tergiversaciones, etcétera. Ni siquiera voy a ahondar en CFK por ser femenina, eso ya ha sido apuntalado infinidad de veces, y todas ellas con razón. He escuchado algunas voces que piden ya por favor una Colegio de Periodistas que regulen esta actividad: te la regalo. No me quiero imaginar el recontra quilombo que sería. Más si empezamos a hablar del tema pauta y censura. La bola ha crecido demasiado rápido y mal. Hubo muy pocas agallas de parte de muchos funcionarios como para dejar que la cosa no empeore. Y del otro lado se han aprovechado y aprovechan a más no poder.

    Van a usar todo lo que tengan y no a su alcance para hacer mierda lo que tengan por delante y llegar a donde quieren. Ya lo están haciendo: del vocabulario del "armado" del atentado a saber si fue intencional o no, auto-implicado o no, lo ficticio o no, las imágenes intervenidas, son todas maneras de licuar o relativizar lo que pasó. Hay quienes ni siquiera repudiaron. Como dije antes, si se demostró que un cualquiera puede hacer eso, hacerlo más liviano sólo va a engrandecer esa puerta. El desastre no pasó hoy pero puede pasar mañana. Hay quienes lo saben y hay quienes lo esperan (el cinismo es directamente proporcional a la hijaputez). Después, repito, no se sorprendan de las consecuencias. 

    Para cuando estaba terminando de redactar esto, la policía -cuándo no- estaba mandándose cagadas con la data del celular secuestrado del neonazi este. Nada que no aumente las especulaciones de un lado ni del otro. Ya escucho que a la Jefa están tratando de limpiarla desde adentro. No lo puedo creer, no lo entiendo. Qué desconcierto. Cómo no entender a un montón de gente cansadísima y humillada. Y con las mejores intenciones, eh, ojo. El único "alivio" que me queda es que cuando a unx se le acaba la energía -física, mental- siempre hay otro dispuesto al ruedo ¡que quizás también estaba cansado! y ahora puede volver. Que la única forma de sacarnos de encima a nazis y fachos (gente a la que no se le debe dar un espacio nunca) es laburando entre todos. Otra no queda porque otra opción, que sea la plural, no hay.

viernes, 31 de diciembre de 2021

Empty Spaces II/Desconexión Sideral

     Hace un tiempo escribí esto (2012), esto (2013) y esto otro (2019). Sumado a una de las últimas reflexiones aquí posteadas, quería agregar un detalle que siempre me quedó salteado. 

    Durante mucho tiempo la increíble capacidad de cruzarme en la calle con cualquier conocido en casi cualquier momento. Donde fuera, a la hora que fuera. Una vez fui a hacer de extra a un corto en la Federación Argentina de Boxeo, y como equivoqué el camino 2 cuadras, me terminé cruzando con 3 conocidos distintos en un lapso de 10 minutos (!) Una vez de excursión en Tilcara me crucé con una ex compañera de la primaria que no veía hace años porque me reconoció por mi caminar (?) Mis compañeros de ETER se sorprendían cuando volvíamos bajando por Scalabrini Ortiz porque todas las semanas me cruzaba con alguien, fuese más o menos conocido. Y ni hablar si a eso le sumamos la bicicleta: literalmente tenía una lista. Breves grandes reencuentros se han dado en más de una ocasión gracias a ello.

    Bueno, ha dejado de pasar. Y hace rato. No, no estoy hablando del tema pandemia ni del recelo de encerrarse. Estoy hablando de algo que me ocurre hace años y no entiendo por qué. Y no es porque yo haya dejado de conocer gente, al contrario, cada vez busco conocer más. Sí, por supuesto que tengo en cuenta que se trabaja, pero en ese momento también se trabajaba y no necesariamente me cruzaba con gente de mi edad: me cruzaba con gente y ya. Yo también he trabajado, y sin embargo seguía pasando. Sigo saliendo -o seguía, antes de todo esto- y la cuestión había cesado de ocurrir. 

    Hablo porque de costumbre me preocupa y decepciona un poco la escasa presencia de las mayorías en las calles. Quedo como un viejo gritándole a una nube, pero sólo porque leo que las salidas cada vez más escasas parecen profundizar un aislamiento que no está bueno para la sociedad en conjunto. Encontrarse con los demás es una buena manera de salirse de la burbuja particular de unx, para no quedar hipnotizadx y masticadx por la realidad recortada y guiada de los medios de comunicación -y, al menos, tener miradas recortadas y guiadas propias que salir a compartir con extraños, más genuinas. En la propia dinámica de las relaciones se puede terminar de entender qué tan compleja es esta sociedad o cómo la misma sociedad entiende la complejidad misma. Temo un poco que se rompan los tejidos sociales gracias a todo este desarrollo pandémico. Exagero, sí, y la tecnología sanea o ayuda a pilotear situaciones, pero ya verificamos que la comunicación real y virtual no son lo mismo.

    La asimilación de esta forma de vida (que ya lleva de 2 años para 3) es posible que nos vuelva más sedentarios -pues el mercado profundizó una tendencia que ya venía desarrollando- por lo que uno deberá "salir a pelear" por ese volver a salir. Quizás sea todo una fantasía mía, quizás sí hay conexiones sólo que de otra forma (virtual) o quizás sí las demás personas se siguen cruzando con otras y simplemente conmigo no más. Pero no se me ocurre otra manera de solucionar cuestiones que no sea hablando cara a cara y qué mejor estímulo que aquel que muestra que algo "nuevo" se mueve -o que simplemente hay movimiento. Estamos a tiempo de enfrentarnos a las ineludibles consecuencias sociales que dejará esta pandemia, ojalá no desperdiciemos la oportunidad de anticipar.

sábado, 27 de noviembre de 2021

Different People

    El pasado Sábado 20/11 asistí a un espectáculo de Luis Pescetti junto a Juan Quintero en el Teatro "El Picadero", por la zona de Callao y Corrientes. Hasta ahí, todo bien: el espectáculo genial, el ambiente de 10, con ubicaciones bárbaras. El tema vino después (o, mejor dicho, ya se estaba desarrollando):

    Al salir del show, el público se distribuyó por la vereda, esperando a tercerxs, comentando la jornada. Y ahí veo algo que me llamó la atención: yo podría haber sido conocido de cualquiera de todas esas personas. Sé que suena estupidísimo, pero lo menciono porque se veían como personas que ya conozco y que tranquilamente podría conocer. Como si pudiera reunir toda la heterogeneidad de los 20/30 en una sola vereda. Como si cualquiera de todas esas caras o cuerpos podría estar en bares o boliches o tertulias a las que tradicionalmente voy por gusto o costumbre, ¡o para descubrir!

    Nada que no pase en un recital, podrá decirme alguien. Total, allí ves a todos reunidxs por la misma causa, y con una vestimenta similar. Pero no, porque allí sabés que eso es lo que vas a ver y no es sorpresivo. Aquí fue como ver toda la compilación de cierto modo de mostrarse/vestirse durante la última década en un pedazo de ciudad y no necesariamente atravesada por todas las clases sociales (como  ocurre en un recital popular, por ejemplo).

    Tal vez porque era la primera vez que iba a ver a Pescetti, aunque creo que fue más el susto de ver cierta homogeneidad entre lo que apreciamos y me preocupa cómo todxs nos empezamos a parecer sin proponérnoslo. A ver, un tatuaje no es una moda, un color de pelo no es una moda. Existe un mercado, sí, e imposiciones de moda, también. Pero no vamos vestidos con la misma camisa aquí, ni con el mismo color de pelo. Y claramente no importa. Claramente no es algo que nadie de lxs que estemos aquí nos vamos a fijar (¿a lo sumo para elogiar, para criticar en voz baja?). Noes algo que pese en este ambiente o espectáculo. No había un aspecto similar en común, o específico. Pero sentía que ya había visto a esas personas en otras personas, como si dentro de la costumbre del disfraz ya hubiera visto todos los modelos posibles y ahora sólo veo repeticiones o variantes de esos modelos. 

    Cuando una amiga me preguntó iguales a qué o encajonadxs en qué lugar, el contesté: "en el gusto de la clase media". Es verdad que la clase económica es el principal (sino EL) formateador de gustos (no sabemos lo que de/preciaríamos si no perteneciéramos a esa clase), pero no deja de llamarme la atención cómo, en todo caso, cierta área de consumo de productos ya no nos diferencia -a mis ojos, al menos- lxs unxs de lxs otrxs. Quizás sí hay una heterogeneidad dentro de la homogeneidad pero me sorprende cómo aún no encontramos otro horizonte, con la cantidad de información circulando u otro meollo donde identificarnos. 

    A lo mejor todas las opciones fueron cooptadas por el mercado, no tenemos nada nuevo que decir u ofrecer o nada del mundo de afuera nos llama la atención. O quizás aquello que portamos realmente nos gusta, y estamos bien con ello, y no necesitamos demostrar más nada. Que haya ofertas que el mercado satisface por un par de gustos no me parece concluyente, sobre todo si en un momento u otro hay que vestirse. Hay estímulos, pero nada que no pueda esquivar alguien de ese rango etario, de esa clase social.

    Y al mismo tiempo, tampoco. Porque si tal cosa pasara, o lo que en el fondo me hace ruido, es por qué si "tan cómodxs" nos sentimos, nos siguen lastimando las mismas cosas, o estamos cada vez más tristes o más violentos. A lo mejor porque todas esas banderas que uno llevaba se cayeron y sólo viven de la nostalgia o su recuerdo. A lo mejor porque definitivamente nadie escucha nuestra remera. Pero aun así es notable cómo, compartiendo las mismas problemáticas, no le podemos dar una solución conjunta. No pueden haber tantas casualidades encadenadas . A menos que nosotrxs también seamos parte del problema...

viernes, 30 de abril de 2021

No Bombardeen [más] Buenos Aires

Volar en bicicleta tiene sus innumerables ventajas. Entre ellas, recorrer esta Ciudad de mierda sobre 2 ruedas por tus propios medios y vías, e ir respirando inevitablemente el aire y ambiente que desprende a tu propio tiempo. La decantación de esas sensaciones es lo que va a ser este post: el post, justamente, de esta epidemia del orto. 

El mundo no va a volver a ser el mismo: va a ser peor. Hablemos estrictamente de lo que va a acontecer en el plano del entretenimiento cultural. Acá van ciertas especulaciones respecto a lo que creo que puede llegar a pasar. La primera y segunda parte de esta pesadilla nos obligó al confinamiento estricto a fin de cuidarnos o cagarnos entre nosotrxs, dependiendo el caso. Consecuente y lógicamente, nuestra conducta día a día -nuestra “cultura”, así llamada- se vio obligada a cambiar. Entiendo que no a todxs (hay gente que siguió saliendo a trabajar por necesidad, a tener que continuar a pesar de todo) pero aunque sea un poquito esta pandemia te afectó. Lo que me preocupa es la peludísima situación que tendremos en el después.

Confinados, mucha gente se vio en una inesperada comodidad a fuerza del trabajo cama adentro. Sé y entiendo que en muchos casos hubo personas con más laburo en esta modalidad que yendo a la oficina, pero también la rutina atada al perímetro del hogar hizo redescubrir una comodidad en el no-viajar y no-estar que nadie se hubiera imaginado tanto como soñado hasta hace un año. De rebote, obviamente la población restringió sus salidas sociales a fin de continuar los cuidados. Y es aquí donde se dio un pequeño fenómeno doble: aquellxs que desde siempre les daba paja salir, encontraron la excusa perfecta para mantenerse en sus hogares y, aquellxs que no querían salir pero por presión social o amistades o lo que fuese igual lo hacían, pudieron finalmente descansar bajo un pretexto serio. Y no sólo eso: también comenzó a ser bien visto el no salir, a pesar de la pandemia. Que ya estamos todxs viejxs y no vale la pena justificarse para ir a donde unx no quiere. Si no quiero salir, me quedo en mi casa y nadie puede decirme nada.

Este es el punto que más preocupado me tiene. Aquí donde creo yo el virus echó las más fuertes raíces: en la comodidad. La comodidad de quedarse y no salir. La comodidad de no hacer nada en casa y -“mejor aun”- sin compañía de nadie. No porque crea que salir sea obligatorio ni necesario (aunque la presión social existe), sino por lo siguiente: creo firmemente que el panorama de entretenimiento artístico exterior va a ir directamente en picada. Por las razones que esgrimiré a continuación.

Por un lado, el cierre masivo de locales de entretenimiento (bares, pubs, boliches) consecuencia de la pandemia etapa 2020. Eso, de entrada, saca espacios donde actividades del estilo se pueden desarrollar. No hace falta que describa el efecto dominó sobre quienes trabajan en y de eso pues suficiente se habló al respecto y no voy a hablar en nombre de alguien más, pues no me corresponde. Sí voy a decir que estos espacios, comprendiendo específicamente el área que ocupaban, seguramente vayan a ser comprados por gente o entidades que tienen el suficiente capital como para hacerlo y colocar allí otro local más de sus largas cadenas de gimnasios, zapaterías, o cafés horrendos. Donde avanza lo masivo, retrocede lo autónomo. Al oligopolio de comercios se le suma, por supuesto, el oligopolio de precios. Los pequeños y medianos comienzan a bailar la samba de los costos. Difícil competirle a eso pero más difícil competirle a la comodidad de no ir fuera de un radio de 15 cuadras del depto y la sucinta aceptación de una IPA de mierda a un precio exorbitante. Aplíquese esto a Palermo, Villa Crespo, Almagro o San Telmo, que es donde la cosa se mueve. Y si la clientela habitual -o la esporádica- viene con complicaciones económicas por los motivos que ya expliqué, mucho peor. 

Como si esto fuera poco, otras situaciones desembarcarán pronto en Buenos Aires: a una economía parada, personas con un sueldo de mierda o desempleadas, se suma la imposibilidad de baja en el precio de los alquileres. De aquí infiero que muchxs se verán obligadxs a mudarse a otro barrio o fuera de la Capital*. A su vez, al ser Argentina uno de los países más avanzados en el tema vacunación (de la región) y con una de las monedas más débiles -a la vez-, es probable que otra buena masa de gente decida inmigrar hacia aquí -que no critico ni me parece mal. Puedo inducir -para mi tristeza, porque ya se ha visto- que buena parte de esa población quedará atada a laburos de mierda de 2 mangos tipo apps de delivery, incrementándolas y con la complicidad de quienes pueden quedarse en casa, principales responsables del crecimiento de estas empresas. Por ende, el escenario cultural de entretenimiento va a tener que rebuscársela a la hora de llegarle a un nuevo consumidor, porque será cada vez más particular y serán cada vez menos quienes salgan a ver qué hay de nuevo en las calles porteñas. Hay y habrá un nuevo público, escaso, chico, con nuevos gestos y nuevos gustos próximamente. Gustos preformateados, insisto, por esta nueva comodidad descubierta de forma indoor a base de Netflix, Stremio y mucho celu.
En base a esto último, tenemos una enorme masa de gente que aprendió a no salir. A que la salida es hacia adentro. No salir, como dije antes, se volvió bien visto y aceptar que “todxs” en realidad salíamos porque así lo mandaba la vida media social, también. De repente, salir se volvió una porquería, siempre lo había sido, era una realidad tapada. La pandemia lo puso de relieve y todxs fuimos -supuestamente- felices con esta nueva franqueza. Esta conducta, esta aceptación, obviamente perdurará: nadie se cuestiona su propia comodidad. ¡Con lo jodido que es vivir todavía nos vamos a estar cuestionando cuando estamos cómodxs! Aquí es donde el virus sin dudas echó más raíces: en la comodidad. Les dio un argumento a lxs cómodxs para no salir y, para colmo, que eso esté bien visto. El paso que sigue es que se empiece a mirar mal o acusar de snob a aquellx que quiera salir diariamente a donde sea, a consumir espectáculo. Donde merma la cantidad de público y/o dinero, merma la cantidad de obras de cualquier tipo para ver, oír, disfrutar, etcétera. 

Y en esta cadena clásica de capitalismo barato, hay un agente más que puede pasarla aún peor. ¿Peor que pagar alquileres altísimos y hacer malabares con los precios para no cerrar? ¿Peor que pagar precios altísimos una vez por semana para tomar una birra horrible? Sí, porque en este mamarracho que germina del compost pandémico se alza el vestigio del último orejón del tarro. ¿Quiénes? Lxs artistas. Lxs que sí o sí para darse a conocer, pagar sus cuentas, vivir y disfrutar de lo que ellxs quieren (!) van a tener que salir a presentarse. Pueden imaginarse ustedes lectores cuántas oportunidades de presentarse tendrá una banda emergente y en qué condiciones siendo que si ya antes de la pandemia la situación era deleznable y triste, con una pizza y 2 birras para 6 personas, cómo puede llegar a ser el después. Se viene un panorama feo feo para el under. Sobre todo para aquel que no es ni consumido por el under mismo. Lxs artistas -musicales, sobre todo- se verán obligadxs a pelear por un lugar en Spotify o YouTube. ¡¡¡EN YOUTUBE, BOLUDO!!! ¡¡Literalmente dependemos de las ganas con las que se levante el algoritmo esa mañana y quién quiera poner o no la tarasca!!. Me las quiero cortar con una motosierra. 

La única que se me ocurre para tratar de dar vuelta la torta -bah, para cambiarle el sabor, apenitas- es comenzar a programar al aire libre. Por varios motivos: primero porque, en lo inmediato, es el único espacio medianamente salubre. Segundo, porque allí es donde la gente se encuentra, se conoce, apalabra, intercambia miradas, se empieza a ver. Tercer y último lugar, porque allí es donde las ondas/movimientos artísticos ocurren más genuinamente. No por una cuestión romántica, sino porque no hay ataduras de ningún tipo. Acordémonos cómo surgió el trap, y contemplemos la cantidad de personas que mueve hoy día. Puede gustar o no, pero es indudable que tiene al menos una parte de autenticidad en su dinámica muy grosa. No nos podemos quedar o especular con que el Gobierno simplemente intervenga con ayudas. Porque no va a pasar -uno- y porque en todo caso son parches para ocultar que la guita irá disparada a los mismos Centro Culturales oficiales -dos-. Si de algo se ha encargado el Gobierno de esta Ciudad, de esta Ciudad del Orto, es de desfinanciar la cultura independiente tanto como sea económicamente posible. 

Bien, echemos un poquito de luz sobre esto para evitar el corchazo. A ver: gente con ganas de salir va a haber siempre y esta city siempre va a ofrecer bonitos espectáculos a los cuales asistir. Mucha de la gente que se encarga de montarlos dispone de buenos amigos para que les hagan el aguante. Las redes sociales hacen el resto y los talentos no me atrevo ni a cuestionarlos. Es muy posible que haya grupos que una vez apagado el infierno busque hacer una revuelta con tanta quietud, salir lo más posible. Una especie de mini-venganza al confinamiento (¿cuánto puede durar la contrasalida, empero? Una bronca alzada, nomás). Y, si soy sincero, también tengo que decir que ya hay gente saliendo. Siempre hubo gente saliendo. Saliendo a todas partes. A hacer de todo. Más por una cuestión de desubicada rebeldía que otra cosa pero pasar, pasaba. Cuál o cómo es el contenido de esas salidas es otro tema y no puedo apuntar con el dedo. 

Pero si esta larga columna parece todo un gran señalamiento hacia cierto tipo de gente es porque me da bronca al fin y al cabo cuando se apunta -mal- a la calidad de la oferta artística y para colmo se la denigra, desprecia o cuestiona luego con total impunidad. Digo, a la suerte hay que ayudarla. Uno puede tener las mejores intenciones y los mejores temas que presentar o poemas que recitar pero sin público que acompañe, que busque esa experiencia, es muy difícil y el culo se empieza a llenar de preguntas. Un único argumento estoy dispuesto a bancarme bien en caso de que alguien se niegue a asistir: aburrimiento. No puedo decirle nada a nadie que rechace salidas porque las considera aburridas -al contrario, me parece una excusa buenísima. Tenemos por suerte material de sobra para hacerle frente al aburrimiento y creo en el péndulo de la historia como para que desde aquí surja material que funcione de respuesta contracultural a la pandemia. 

Precisamos, en todo caso y desde mi exclusivo punto de vista, un movimiento (o varios) que tengan más certezas que novedades. No me parece el momento de innovar, lamentablemente. Por el contrario, me parece el momento de volver a las raíces, o al menos a lugares seguros. En todo caso, la innovación vendrá espontáneamente o por propia decantación de la dinámica cultural. Este calambre, que sacó por lejos lo peor de la humanidad, abrió una grieta transnacional a nivel países que tendrán sus réplicas sísmicas a nivel interno (no somos únicos, como tampoco estamos solos). Donde no nos miremos con bondad los unos a los otros en nombre del futuro, la vamos a pasar muy, muy como el orto.


*  Obviemos por ahora la crisis habitacional que hay en esta Ciudad, tema mediáticamente blindado, porque sino vamos a estar hasta mañana.

jueves, 25 de marzo de 2021

La Memoria II

       Ayer, por un nuevo aniversario del último golpe militar, el 24 de Marzo, decidí volver a ver "La Historia Oficial", de Luis Puenzo, motivo por el cual surgió de improviso este escrito que redacto mientras una tenue lluvia amolda la Ciudad de Buenos Aires. 

    La había visto por primera vez a los 15 años, lo recuerdo porque se lo mencioné a una profesora en una clase de apoyo que se daba en mi secundaria para aprobar a esa misma profesora. Le dije que no había entendido el final -más precisamente, la última toma- y tenía el vago recuerdo de, a pesar de "entender" por qué era una película buena, no captar porque había sido tan merecedora de un Oscar. 

    Hoy volví a verla. Es un peliculón. De punta a punta. Un 10. Agradezco un poco la posibilidad que nos da el cine y el tiempo para poder olerla con otro gusto y sabor a través de los años y que nuestro entendimiento también abrace otra madurez colectiva al momento de crecer. Vi que claramente me faltaba mucho cine y muchas sub-lecturas por dentro en su momento para terminar de ver qué era lo que estaba apreciando. Recuerdo que me dio un poco de vergüenza en aquel entonces no saber o no entender en profundidad qué era lo que contaba.

    Al mismo tiempo, ahora que he vuelto a cierto mar de redes sociales, es alarmante encontrar cómo ciertos retrógrados se siguen basando en datos difusos o discursos que no llevan a ningún lado con tal de despreciar una lucha de años. Y aquí es donde ocurre algo similar a lo que me ocurrió a mí con la película: esta gente, en su afán de demostrar, invita a una "relectura" de la situación para tratar de anquilosar cierta justicia de su lado (o lo que ellos llaman justicia) a fin de poner en pie de igualdad una militancia venida abajo con el terrorismo de Estado apoyado en y por grupos económicos y de poder internacionales más la complicidad civil y eclesiástica. O negar un número a fin de enfriar cierta cifra y que se dé una discusión en el plano de lo aritmético. Si hay una posibilidad de que no hayan sido 30.000, es porque fueron -y seguramente hayan sido- muchísimos más. Creer que porque un buen día regresó la democracia delegativa se dejó de trabajar bajo los mecanismos operados durante casi 8 años y todo el mundo pudo ir a denunciar lo más tranquilo es sencillamente absurdo o insano. Todo se acompleja cuando no hay registros oficiales. Abran los archivos.

    También puede haber, sin embargo, otro tipo de relectura: una donde no sólo uno encuentre cosas al re-estudiar sino que acabe por entender la magnificencia de lo ocurrido, y cómo es irremediable nuestra labor y tarea, nuestra responsabilidad a la hora de atender estos crímenes y dejar en claro que quisieron hacer naufragar a un pueblo entero. Nosotrxs, lxs de mi generación ("Lxs Hijxs de los '90") no podemos y por suerte nunca seremos capaces de entender completamente el horror que se vivió en esos años y posteriores. Lo único que podemos hacer es recrearlo mediante obras artísticas y su interpretación, aunque también tenemos la franca tarea de mantener un ejercicio de memoria activo pues lo único que nos toca de cerca en ese período es lo simbólico. Sí, muchas prácticas de aquella época -secuestros, desapariciones- siguen ocurriendo, en otro tono (o no tanto). Pero si no nos comprometemos a terminar con lo simbólico de aquellos tiempo -que no es otra cosa que un camino más largo hacia lo real, con lo que mucha gente lamentablemente se identifica- en vano será desear que un dejo de la situación cambie o un culpable se exponga. 

    Y por nosotrxs mismos también: también se puede hacer una relectura de la memoria de uno, que no es sino el libro donde vamos registrando grabado lo que queremos y podemos de nuestra vida. ¿Cómo era tu memoria antes de ser esta? ¿Cómo podés leerla? ¿Está satisfecha? ¿Puede estar orgullosa tu memoria de ayer de aquello que sos hoy? No es pecado ocuparse de unx mismx. Al fin y al cabo, si buscamos ser pueblo, nos podemos mover en conjunto pero necesariamente las piezas deben estar lo más aceitadas y estabilizadas consigo mismas posible. Hay otras humanidades que merecen otro futuro y otras que merecen un castigo. Por ambas peleamos. Hay otro arco de lucha hoy en día que varía en lo simbólico desde el mismo momento en que varía el terreno espacial de disputa. Adentrarse en ellos dependerá de cada sujetx, así como hacer una relectura y profundización día a día de sus sentimientos. Una memoria activa sentintelectual es y será clave para saber por qué estamos del lado que estamos y elegimos estar. Y que ojalá lo recordemos para siempre. 

domingo, 10 de enero de 2021

"Que decir aborto suene a legal..."/Revolution

Algunos apuntes sobre la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo en Argentina

     Una Revolución es aquello que, cuando creías que era imposible que algo ocurriese, pasa. Lo del último 30/12/20 fue algo de todo ello. Algunx se reirá comparándolo con otras revoluciones, pero al fin y al cabo las circunstancias definen muchas cosas (todo, bah) y tal vez la Revolución sea nomás un estado mental. 

    Estuve aquella histórica jornada de Diputados del 14 de Junio de 2018 y la alegría inconmensurable, espontánea, sin igual de aquella vez que se vivió era realmente que se había logrado -parcialmente- lo que sonaba lejísimo en el tiempo. Y en una sociedad argentina donde ya se sabe cómo opera la mentalidad a la hora de la jugada política, lo conseguido tenía un peso simbólico difícil de ignorar y menos de dejar de lado. Ya era un mojón en la historia muy importante. Se sospechaba -en su momento- que la votación no superaría Senadores -como efectivamente pasó. Pero hay una historia y un termómetro social medible en las redes. Se puede hacer algo con ello. Es recortado y subjetivo pero por una razón presente y futuro no son lo mismo. 

    Si mi hermano escribiera acá (?) diría algo así como que quienes votaron lo hicieron por conveniencia política, etc. Sí, entiendo que sea difícil creer que de buenas a primeras quienes ayer votaron en contra o cajonearon el proyecto hoy voten a favor pero quedará en el eterno limbo de no saber si es por convicción, rédito político, soborno, rosca interna o todo eso y más. La política en toda su expresión. 

    Aunque todo esto no hubiese sido posible sin la batalla ganada en las calles. Y esta es central. La constante y persistente presencia de las Verdes ayudó a forjar un inconsciente colectivo de presencia masiva y repetida que no iba a ser fácil ni de sacar ni de vencer. Seamos honestos -bah, yo voy a serlo, trístemente serlo-: no creo, no sé si una mayoría a nivel país quiere o quería una legalización de la IVE. Más por estar en contra del aborto mismo, pero qué importa. Y me hace ruido ir "en contra" de lo que la mayoría de la población quiere, en teoría. ¡Aunque podría estar equivocado! ¡Y ampliamente! Pero aun así hay 2 argumentos que se oponen fuerte al simple esgrimir de la mayoría simple. Lo primero, es que efectivamente estamos tocando cuerpos ajenos. No, no me refiero a esos, me refiero a ellas. Es realmente invadir un cuerpo ajeno; y si bien yo sé que hay mujeres que se oponen a esto, mi opinión personal cuenta un poco menos pues nací y me identifico con "el otro lado" y nunca voy a estar ni cerca de vivir una situación semejante. 

    El segundo argumento -y el que personalmente más me pega- es el de "los abortos van a seguir ocurriendo". Se puede ignorar la realidad pero no las consecuencias de ignorarla. Y lo cierto es que, mientras nos hacíamos los boludos con ley sí ley no, un montón de pibas se morían en abortos clandestinos frente a la desidia del Estado, que no las protegió frente a esa situación. LISTO. Finish, caput. Se acabó la discusión. Lo digo siendo una persona que, a pesar de estar a favor de la ley, si un día una pareja mía viniese y en el medio del embarazo me dijera "me arrepentí, no lo quiero tener", me generaría un mar de cosas por dentro. No es fácil -y al mismo tiempo, si no es fácil para mí, imagínense para la otra parte: de nuevo, estamos operando con un cuerpo ajeno (un cuerpo gestante ajeno). Pero bueno, no tiene por qué ser siempre una situación tan extrema o tan estresante. Esto amplía margen de acción, amplía derechos. Se juega con otras reglas.

    Reglas que, por supuesto, habemus de hacer cumplir. Hablando de idiosincrasia argentina, si fue difícil llegar hasta acá, ni hablar de lo que será que esta ley se cumpla. No objeto la objeción de conciencia, valga la redundancia. Qué sé yo... Afortunadamente, nuestro sistema de salud ofrece varias salidas alternativas. Anyway, hará falta un potente trabajo de hormiga (otro más y van...) para que la corrupción típica no socave tanto esfuerzo concentrado.

    Respecto al esfuerzo concentrado, algo que quise poner antes y el hilo del diálogo/post me desvió: el simbolismo presencial jugó su papel pues copar Callao demostró que hay más gente interesada en cambiar las cosas que interesada en que no cambien. Y no es lo mismo. Emplear el cuerpo -lo único de lo que somos dueñxs, en teoría- y el propio tiempo de unx no es superficial. No es lo mismo estar que no estar. Porque unx podría creer que lxs Celestes no fueron por una cuestión de pandemia o porque confiaron en que las bases sólidas de la tradición no se moverían, y por ello no veían motivos para movilizar y manifestarse. Crasso error. No se manifestaron porque en el fondo les da paja y no quieren saber nada con ir a poner el cuerpo por una causa. No saben qué ni cómo es eso. No entienden su lógica -nada difícil- porque jamás estuvieron en una. No saben lo que es defender una convicción. Y lo sabían hacia adentro. Sabía que iban a ser pocxs, y quedarían marcados numéricamente para abajo, marcándoles otra derrota a nivel presencia. Y por más obvio que suene, no es algo menor. No es lo mismo verlo que no verlo. 

    A lo que voy con todo esto: el sentido común inmoviliza. Los tipos confiaron en que sus representantes dentro del recinto (¡qué quilombo la democracia delegativa!) iban a hacer su laburo e iban a juntar el suficiente poder como para que la cosa no se modifique como el año anterior Y FALLARON. El sentido común donde reside la tradición y hace creer que lo que está instalado está bien es algo que tenemos que desterrar de raíz ya. No ayuda a pensar que las cosas puedan cambiar. Su lucha en contra es clave a la hora de ofrecer un parámetro de transformación. La deconstrucción -dicen, y confirmo- si no es incómoda, no es tal. La deconstrucción del sistema es necesaria y urgente. No podemos seguir viviendo como vivimos. No se puede vivir más así. Lo de ayer fue un pasazo en la transformación de la sociedad. No nos quedemos atrás. Salgamos riendo que las cosas pueden cambiar mucho más.

miércoles, 18 de noviembre de 2020

Palabras Más, Palabras Menos II

[Escrito originalmente pensado y realizado para trabajo final de la materia Sociología, pero que descubrí que encajaba perfecto aquí (corregido y ampliado)]

"En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios
- Juan 1:1-14

    Con la que podría ser una interminable generadora de tratados de semiótica, elijo esta frase extraída del Nuevo Testamento para arrancar esta columna pues considero que sintetiza bastante bien todos los procesos al día de hoy utilizados en torno a la herramienta fundamental de la especie humana (y de este trabajo): la palabra.

    Decir "Al principio fue el verbo" implica, por lo menos, dos grandes cosas: en primer lugar, que el verbo es acción. Por lo tanto, la palabra también. La palabra es acción, por ende es movimiento. Genera. Y es en esa generación propia de la puesta en sintagmas de fonemas que son conceptos que la humanidad ha podido sostenerse, construirse y desarrollarse en el tiempo. La palabra tiene la característica esencial de ser no sólo propia sino inherente a la especie humana. Ninguna otra la tiene. Ha sido, entonces, una construcción conjunta a lo largo del tiempo que se fue desarrollando mediante muy diversas ramas -los idiomas-, aunque siempre manteniendo una lógica interna. Lo rico de ella es que, sin haber sistema único, ella se ha mantenido organizada bajo un elemento que la forma a la vez que es formada: la gramática.

    Boris Groys, en su ensayo "Volverse público. Las transformaciones del arte en el ágora contemporánea" (Ed. Caja Negra. CABA, 2015), más específicamente en el capítulo "Google: el lenguaje más allá de la gramática", expuso sobre la falsa democratización de la palabra en tanto elemento que, inserto en la lógica del algoritmo de Google, perdía valor al estar desprendido de la gramática.

    La palabra también es un territorio en disputa, por todo lo expuesto anteriormente. Y Google, en tanto plataforma, busca un dominio y una apropiación de la misma ¿Cómo? Con un sistema parecido a lo que pasó con la llamada "acumulación originaria" pero en tanto captación y organización de toda la información disponible alrededor de lo que está compuesto el mundo (manifestado en palabras, una vez más) fue algo hecho "sin consulta" y sin mediaciones previas. O, en todo caso, quizás sí hubo una democratización previa luego comprada y configuraba bajo un solo ente. Dividido en un infinito campo de páginas web, se manifiesta un mecanismo de parcelación y división ya no de la tierra natural, sino de la nueva, la virtual, la de las palabras-concepto-mundo. Este otro territorio fue conquistado de manera cuasi invisible. La apropiación y el atropello cometidos en un lado fueron por la fuerza, mientras que por el otro -no lo sabemos con certeza- fue aceptado o, al menos, invisibilizado. Hoy por hoy hay un monopolio total y absoluto.

    El que haya acceso por parte de toda la población no quiere decir que se acceda a todos lados. Si bien la "democratización" de la palabra puede pensarse como algo construido entre todxs (como si constituyera su propio lenguaje) lo cierto es que todos dependemos del mismo buscador con su propio criterio a cuestas -excepto lxs que lograron superar esa paja-, el cual determina a su vez el criterio de nosotrxs, lxs usuarixs. Criterio reforzado a base de los resultados seleccionados, generando un círculo vicioso. Es cierto que Google redirige a páginas que contienen aquello que se busca y no páginas suyas de contenido propio (no se redirige a sí mismo -aunque no le haga falta-) pero, ¿qué quita que no lo haga en un futuro? ¿o que no nos redirija a donde de hecho le conviene?

    Aquí se vuelve a ver la influencia de la Teoría de los Campos de Pierre Bourdieu y su incidencia entre el algoritmo y la vida diaria. El algoritmo está formateando, justamente, aquello por lo que lxs usuarixs van a moverse y, por lo tanto, conectarse. El algoritmo busca que lxs usuarixs se queden en su plataforma la mayor cantidad de tiempo posible. Por ende, cada vez que haya una búsqueda sobre determinados objetos/conceptos (reducidos a "palabras", insisto), este irá a donde lea que es mejor para esx usuarix en particular ir y, además, le propondrá otros estímulos (publicidad, páginas, anuncios, videos similares relacionados con la página en cuestión) junto a o en la misma página sugerida. Y, cuando dos de estas búsquedas en el ocurre en el mismo o en diferentes usuarixs, el algoritmo lxs une. Si las respuestas -las páginas a las que estxs deciden entrar- son las mismas, más aun. Lxs conecta. Los campos de cada persona se van profundizando e intensificando, creyéndose libres e independientes por hacerlo, pareciéndose más entre sí en realidad. Es en esa búsqueda o la falta de ella que lx usuarix tiene la posibilidad implícita de ampliar su campo o su influencia en él. Como en un efecto dominó, el suministro de la misma información habilita automáticamente a una dominación del cuerpo y de la mente -por extensión- aun mayor, pues no solamente se les proponen los mismos productos/"necesidades" a comprar sino también a consumir los mismos artículos periodísticos, las mismas novedades, la misma información. Una cosa lleva a la otra. Se conectan porque se relacionan y TE conectan, al estar relacionados. Más consumís, más profundizás en una postura. El consumo formatea el pensamiento y la acción, finalmente.

    La palabra, en ese caso, pasa a ser una mercancía en términos similares a los que planteaba Karl Marx. Si bien dicha mercancía no es estrictamente comercializable o intercambiable -bah, en teoría- sí tiene un valor social al ser uno de los elementos/herramientas con los que, definitivamente, se ayuda a conformar la realidad. "Lo que no se nombra, no existe" supo decir George Steiner. No podemos hablar de un monopolio sobre la palabra en el sentido del término, pero el ser humano ha dejado hace rato de ser el mero creador y "distribuidor" de la palabra como objeto de valor. Sí es cierto que con la acción va derivando el lenguaje y viceversa, pero hemos llegado al punto donde un agente externo no humano (manejado por humanos, sí, pero no humano per sé) delega y genera su propio lenguaje a partir de su existencia. El algoritmo es tan poderoso y la incidencia de la tecnología tan fuerte, que es/sería muy difícil desligarse de su influencia en la construcción del imaginario. Michel Foucault hablaba de ciertas técnicas como las normas legales o los discursos para configurar un bio-poder sobre el cuerpo que impactara en la conducta del individuo. Aquí se desarrolla cuasi a la inversa: el individuo se ve obligado, en su gran mayoría, en tener que tratar con algún tipo de dispositivo tecnológico por el propio desarrollo del sistema. Y es el cuerpo el que queda atado a estas condiciones impuestas de tener que trabajar con ellos, el que termina amoldándose a ellxs, el que termina siendo controlado, en vez de ser la tecnología la que se amolde al cuerpo -ríe a lo lejos Marshall McLuhan-. Google sabe que tiene todas las riendas pues todo pasa por él y para todo tiene herramientas y aplicaciones.

    De esta forma, podemos concluir tristemente que, al igual que los campesinos que fueron erradicados en su momento de sus tierras trabajadas -como bien señaló Silvia Federici-, al ser humano transformado en usuario también se lo ha erradicado de su terreno de disputa: el lenguaje. A la palabra se la ha desterritorializado de su campo de poder, la gramática. Al ser humano se lo ha desterritorializado de la palabra, que también es acción y, como vimos al principio, Vida. Al ser humano, finalmente, se lo ha desterritorializado de sí mismo.

jueves, 8 de octubre de 2020

Cultura L!ve

[Este posteo tendría que haber salido hace exactos 45 días, pero bueno. Pasaron cosas y 5 materias]

Hace 10 años que tengo Facebook. Increíble pero real. Irónico, teniendo en cuenta que fue una red social de la que renegué muchísimo tiempo -y mis amigos se reirán pues pueden recordar perfectamente aquellas veces en las que decía a viva voz que "nunca me [iba] a hacer un FB" (o basta revisar, sino, los conceptos de "La Vanguardia es Así VIII"). El primer y único motivo, lógicamente, era una supuesta superioridad moral -que no era tal- ejercida por aquellos que mirábamos de reojo esa "cosa" y decíamos "¿cómo vas a estar en una red social, ahí, donde están todos los boludos alienados?".

Bueno, pesó más una cultura social y entender por dónde estaba pasando todo. Para 2009, todo el mundo tenía Facebook. Todos. Era obligatorio y, si no tenías, no te podían creer. El mundo, la vida pasaba por allí. Fue la primer red social realmente transgeneracional. Gente de hasta 60 o 70 años tuvo y/o tiene. Y así con todas las consecuencias que tuvo para ellxs. Yo no tuve hasta Agosto de 2010, tardísimo en términos de tecno-moda social. Aunque también hacerlo fue intencional: me lo creé porque escuché que mis ex compañeros de la primaria organizaban juntadas por allí -y hoy, soy yo el que capitanea esas juntadas (sí, soy de esos seres horribles). Gabote, del mismo grupo, cuando vio que finalmente ingresé a esta tierra, me dijo el famoso "nadie puede ganarle al sistema". De todas formas, mi mejor amigo de su momento, 10 veces más radical que yo, ya se lo había creado y aun así ni siquiera fui el último: el Mito Ayala y el Mogno Cohen se lo hicieron después de mí.

Y hoy no lo cierro no sólo porque bien utilizado es una herramienta útil (la comunicación es una herramienta útil: ¿Cuánta gente consiguió laburo por FB? ¿Cuántas a su actual pareja?) sino porque acumula una cierta cantidad de información, posteos, frases y anécdotas que, revisados mediante la pestaña Recuerdos, me posibilita ver qué y cómo pensaba yo y mis contemporáneos en su momento. Me interesa saber quién era yo hace no tanto tiempo: la pérdida de perspectiva histórica me parece una picardía al lado de lo que podría aprovecharse -además de ser una buena postal de época, para no olvidar cómo era la aldea virtual. 

A mí me tocó atravesarla en su momento de más vigor en el justo punto entre mis 16 y 18 años. Repito: todo pasaba por FB. Cuando volví de viaje de egresados, hubo compañeras de mi promoción que subieron fotos con horas de diferencia tras la llegada (no había celular de tanta capacidad como hacerlo vía Wi Fi). No importaba dormir tras viaje. No había tiempo que perder. Quien antes posteaba, ganaba. Ganaba la mayor cantidad de likes y, lógicamente, los comentarios más instantáneos y originales pues eran los primeros. Y así con todo: cada evento, salida o acontecimiento semi-privado/público que ameritaba una carrera de fotos, terminaba indefectiblemente en el muro virtual de su creadorx o del dueñx de la cámara digital pertinente, muy en boga en ese momento.

La parte positiva es que, también gracias a la realidad circulando por fibra óptica, la batalla por sobresalir en los inicios me dio una enorme perspectiva respecto a un montón de ciclos y lugares a los cuales asistir, que a su vez me dieron a un montón de personas. La cantidad de cosas que me han ayudado a conocer los eventos aquí publicados todavía las estoy contando. Para colmo, yo era uno de esos rarísimos casos que ponían Asistiré... y asistían. Me parecía casi una cuestión moral, mirá. Y para peor: llegaba temprano. Llegaba a la hora exacta a la que lxs organizadorxs citaban. Creo que nunca entendí cómo funciona realmente la paja general (la paja de la cara ajena) de moverse de un lado a otro, posiblemente porque vivo en la loma del orto y todo me queda lejos. 

Puedo decir, además, con descansada conciencia, que la gran mayoría de contactos que llegaron a mi vida gracias a esos eventos, circularon de la realidad real a la virtual, y no al revés. Esas relaciones bien se han acabado, deteriorado o fortalecido con el tiempo, dependiendo. Porque hablamos de gente que va desde el circuito cultural hasta la horda militante, que valieron y valen un montón -o nada, dependiendo, de nuevo, de quién hablemos. Pero ya no nos debemos enfrentar a la epidémica estrechez entre conexión real y conexión virtual personal y el paralelismo que eso significaba en sus días. Recordemos: en momento, aceptar o no a una persona en tu FB, o -peor aun- eliminarla, equivalía a decirle "no sos más parte de mi vida". Inutilísima proposición, obvio, incumplible desde todo punto de vista -pero bueno, la aceptación de que ambas realidades se correspondían entre sí corría como la sangre. 

Facebook, convengamos, es un lugar horrible. Horrendo. Lleno de gente de mierda. Stalkers, mala leches, cyberbullies y microfascistas. Gente que no entiende ironías ni sarcasmos, no distingue fake news de reales, se aplaude con espejos parecidos en sus grupos cerrados y sólo lleva agua para su propio molino. Es cierto que el algoritmo nos conoce de memoria y ya ni se gasta en mostrarnos cosas nuevas, pero convengamos que la gran mayoría reacciona de la manera más lineal posible ante el advenimiento de cualquier otro pensamiento distinto del suyo. Tal vez haya cierto masoquismo en ir a encontrarnos con lo indeseado (más interesante de discutir) por la adrenalina que genera la confrontación. Pero el río no deriva siempre en un mar de agua espumosa y, lejos de ello, hemos mudado de pieles a otras redes sociales donde fuimos a desarrollar la motricidad fina en el arte del pecado.

No pretendo con esto romantizar el pasado, en absoluto. En aquel momento, no te digo que había una lucha encarnizada, pero se hacía todo lo posible por tener la mayor cantidad de likes y, quien sacaba más en el mismo estado, ganaba. He visto capturas de pantalla con gente solicitando a otras personas likes, rogando por un Me Gusta, ese botón venenoso de este sitio del orto. La cantidad de cambios de foto de perfil en un mismo día. Los posteos, las firmas en muros ajenos. ¡Las frases de canciones con doble sentido! ¡Dios, qué enfermos de mierda!

🤦‍♂️

Estas prácticas probablemente hayan derivado de la lógica Windows Live Messenger, que la mierda esta, increíblemente, logró destronar. Créanme: nadie en 2009 sospechaba que Messenger, ni remotamente, iba a desaparecer (menos con el inbox de mierda que es y sigue siendo una poronga). Y cayó. En otros lares, Flogguer había terminado y Blogguer sólo era para frikis que disfruta(ba)mos de escribir. ¿Querés saber qué es el avance de la tecnología? El comprobar que tu vida perece al ritmo de la tecnología con la que te identificás.

No estoy muy seguro de a qué conclusión me lleva esto. Es un arma de doble filo de la que te podés desprender, pero en un mundo capitalmente imperialista de poderes ultraconcentrados, quién sabe qué tan buen o mal sea descartar un elemento por el que pasan tantos factores, tanta realidad -nos guste o no- a la deriva con otras telarañas (Instagram, Twitter, Tik Tok). Nos quedamos con FB porque asumo que más vale malo conocido que bueno conocer (¡la definitiva tóxica relación!), aunque no. Nos conocemos mucho para ser tan pocos y cada vez menos, visto el éxodo etario que hace años sufre la Cía. Estamos ahí porque las cosas pasan acá, del otro lado de la pantalla. Luego, en todo caso, pasan allá, donde hay árboles y pavimento. Y seguirá así hasta que un día, de mala gana, obligado o no, el monstruo se despierte sin ganas de nada, decidido a cagarse en su historia y cierre la primer y única cuenta que siempre (le) importó: la suya.