viernes, 31 de diciembre de 2021

Empty Spaces II/Desconexión Sideral

     Hace un tiempo escribí esto (2012), esto (2013) y esto otro (2019). Sumado a una de las últimas reflexiones aquí posteadas, quería agregar un detalle que siempre me quedó salteado. 

    Durante mucho tiempo la increíble capacidad de cruzarme en la calle con cualquier conocido en casi cualquier momento. Donde fuera, a la hora que fuera. Una vez fui a hacer de extra a un corto en la Federación Argentina de Boxeo, y como equivoqué el camino 2 cuadras, me terminé cruzando con 3 conocidos distintos en un lapso de 10 minutos (!) Una vez de excursión en Tilcara me crucé con una ex compañera de la primaria que no veía hace años porque me reconoció por mi caminar (?) Mis compañeros de ETER se sorprendían cuando volvíamos bajando por Scalabrini Ortiz porque todas las semanas me cruzaba con alguien, fuese más o menos conocido. Y ni hablar si a eso le sumamos la bicicleta: literalmente tenía una lista. Breves grandes reencuentros se han dado en más de una ocasión gracias a ello.

    Bueno, ha dejado de pasar. Y hace rato. No, no estoy hablando del tema pandemia ni del recelo de encerrarse. Estoy hablando de algo que me ocurre hace años y no entiendo por qué. Y no es porque yo haya dejado de conocer gente, al contrario, cada vez busco conocer más. Sí, por supuesto que tengo en cuenta que se trabaja, pero en ese momento también se trabajaba y no necesariamente me cruzaba con gente de mi edad: me cruzaba con gente y ya. Yo también he trabajado, y sin embargo seguía pasando. Sigo saliendo -o seguía, antes de todo esto- y la cuestión había cesado de ocurrir. 

    Hablo porque de costumbre me preocupa y decepciona un poco la escasa presencia de las mayorías en las calles. Quedo como un viejo gritándole a una nube, pero sólo porque leo que las salidas cada vez más escasas parecen profundizar un aislamiento que no está bueno para la sociedad en conjunto. Encontrarse con los demás es una buena manera de salirse de la burbuja particular de unx, para no quedar hipnotizadx y masticadx por la realidad recortada y guiada de los medios de comunicación -y, al menos, tener miradas recortadas y guiadas propias que salir a compartir con extraños, más genuinas. En la propia dinámica de las relaciones se puede terminar de entender qué tan compleja es esta sociedad o cómo la misma sociedad entiende la complejidad misma. Temo un poco que se rompan los tejidos sociales gracias a todo este desarrollo pandémico. Exagero, sí, y la tecnología sanea o ayuda a pilotear situaciones, pero ya verificamos que la comunicación real y virtual no son lo mismo.

    La asimilación de esta forma de vida (que ya lleva de 2 años para 3) es posible que nos vuelva más sedentarios -pues el mercado profundizó una tendencia que ya venía desarrollando- por lo que uno deberá "salir a pelear" por ese volver a salir. Quizás sea todo una fantasía mía, quizás sí hay conexiones sólo que de otra forma (virtual) o quizás sí las demás personas se siguen cruzando con otras y simplemente conmigo no más. Pero no se me ocurre otra manera de solucionar cuestiones que no sea hablando cara a cara y qué mejor estímulo que aquel que muestra que algo "nuevo" se mueve -o que simplemente hay movimiento. Estamos a tiempo de enfrentarnos a las ineludibles consecuencias sociales que dejará esta pandemia, ojalá no desperdiciemos la oportunidad de anticipar.

sábado, 27 de noviembre de 2021

Different People

    El pasado Sábado 20/11 asistí a un espectáculo de Luis Pescetti junto a Juan Quintero en el Teatro "El Picadero", por la zona de Callao y Corrientes. Hasta ahí, todo bien: el espectáculo genial, el ambiente de 10, con ubicaciones bárbaras. El tema vino después (o, mejor dicho, ya se estaba desarrollando):

    Al salir del show, el público se distribuyó por la vereda, esperando a tercerxs, comentando la jornada. Y ahí veo algo que me llamó la atención: yo podría haber sido conocido de cualquiera de todas esas personas. Sé que suena estupidísimo, pero lo menciono porque se veían como personas que ya conozco y que tranquilamente podría conocer. Como si pudiera reunir toda la heterogeneidad de los 20/30 en una sola vereda. Como si cualquiera de todas esas caras o cuerpos podría estar en bares o boliches o tertulias a las que tradicionalmente voy por gusto o costumbre, ¡o para descubrir!

    Nada que no pase en un recital, podrá decirme alguien. Total, allí ves a todos reunidxs por la misma causa, y con una vestimenta similar. Pero no, porque allí sabés que eso es lo que vas a ver y no es sorpresivo. Aquí fue como ver toda la compilación de cierto modo de mostrarse/vestirse durante la última década en un pedazo de ciudad y no necesariamente atravesada por todas las clases sociales (como  ocurre en un recital popular, por ejemplo).

    Tal vez porque era la primera vez que iba a ver a Pescetti, aunque creo que fue más el susto de ver cierta homogeneidad entre lo que apreciamos y me preocupa cómo todxs nos empezamos a parecer sin proponérnoslo. A ver, un tatuaje no es una moda, un color de pelo no es una moda. Existe un mercado, sí, e imposiciones de moda, también. Pero no vamos vestidos con la misma camisa aquí, ni con el mismo color de pelo. Y claramente no importa. Claramente no es algo que nadie de lxs que estemos aquí nos vamos a fijar (¿a lo sumo para elogiar, para criticar en voz baja?). Noes algo que pese en este ambiente o espectáculo. No había un aspecto similar en común, o específico. Pero sentía que ya había visto a esas personas en otras personas, como si dentro de la costumbre del disfraz ya hubiera visto todos los modelos posibles y ahora sólo veo repeticiones o variantes de esos modelos. 

    Cuando una amiga me preguntó iguales a qué o encajonadxs en qué lugar, el contesté: "en el gusto de la clase media". Es verdad que la clase económica es el principal (sino EL) formateador de gustos (no sabemos lo que de/preciaríamos si no perteneciéramos a esa clase), pero no deja de llamarme la atención cómo, en todo caso, cierta área de consumo de productos ya no nos diferencia -a mis ojos, al menos- lxs unxs de lxs otrxs. Quizás sí hay una heterogeneidad dentro de la homogeneidad pero me sorprende cómo aún no encontramos otro horizonte, con la cantidad de información circulando u otro meollo donde identificarnos. 

    A lo mejor todas las opciones fueron cooptadas por el mercado, no tenemos nada nuevo que decir u ofrecer o nada del mundo de afuera nos llama la atención. O quizás aquello que portamos realmente nos gusta, y estamos bien con ello, y no necesitamos demostrar más nada. Que haya ofertas que el mercado satisface por un par de gustos no me parece concluyente, sobre todo si en un momento u otro hay que vestirse. Hay estímulos, pero nada que no pueda esquivar alguien de ese rango etario, de esa clase social.

    Y al mismo tiempo, tampoco. Porque si tal cosa pasara, o lo que en el fondo me hace ruido, es por qué si "tan cómodxs" nos sentimos, nos siguen lastimando las mismas cosas, o estamos cada vez más tristes o más violentos. A lo mejor porque todas esas banderas que uno llevaba se cayeron y sólo viven de la nostalgia o su recuerdo. A lo mejor porque definitivamente nadie escucha nuestra remera. Pero aun así es notable cómo, compartiendo las mismas problemáticas, no le podemos dar una solución conjunta. No pueden haber tantas casualidades encadenadas . A menos que nosotrxs también seamos parte del problema...

viernes, 30 de abril de 2021

No Bombardeen [más] Buenos Aires

Volar en bicicleta tiene sus innumerables ventajas. Entre ellas, recorrer esta Ciudad de mierda sobre 2 ruedas por tus propios medios y vías, e ir respirando inevitablemente el aire y ambiente que desprende a tu propio tiempo. La decantación de esas sensaciones es lo que va a ser este post: el post, justamente, de esta epidemia del orto. 

El mundo no va a volver a ser el mismo: va a ser peor. Hablemos estrictamente de lo que va a acontecer en el plano del entretenimiento cultural. Acá van ciertas especulaciones respecto a lo que creo que puede llegar a pasar. La primera y segunda parte de esta pesadilla nos obligó al confinamiento estricto a fin de cuidarnos o cagarnos entre nosotrxs, dependiendo el caso. Consecuente y lógicamente, nuestra conducta día a día -nuestra “cultura”, así llamada- se vio obligada a cambiar. Entiendo que no a todxs (hay gente que siguió saliendo a trabajar por necesidad, a tener que continuar a pesar de todo) pero aunque sea un poquito esta pandemia te afectó. Lo que me preocupa es la peludísima situación que tendremos en el después.

Confinados, mucha gente se vio en una inesperada comodidad a fuerza del trabajo cama adentro. Sé y entiendo que en muchos casos hubo personas con más laburo en esta modalidad que yendo a la oficina, pero también la rutina atada al perímetro del hogar hizo redescubrir una comodidad en el no-viajar y no-estar que nadie se hubiera imaginado tanto como soñado hasta hace un año. De rebote, obviamente la población restringió sus salidas sociales a fin de continuar los cuidados. Y es aquí donde se dio un pequeño fenómeno doble: aquellxs que desde siempre les daba paja salir, encontraron la excusa perfecta para mantenerse en sus hogares y, aquellxs que no querían salir pero por presión social o amistades o lo que fuese igual lo hacían, pudieron finalmente descansar bajo un pretexto serio. Y no sólo eso: también comenzó a ser bien visto el no salir, a pesar de la pandemia. Que ya estamos todxs viejxs y no vale la pena justificarse para ir a donde unx no quiere. Si no quiero salir, me quedo en mi casa y nadie puede decirme nada.

Este es el punto que más preocupado me tiene. Aquí donde creo yo el virus echó las más fuertes raíces: en la comodidad. La comodidad de quedarse y no salir. La comodidad de no hacer nada en casa y -“mejor aun”- sin compañía de nadie. No porque crea que salir sea obligatorio ni necesario (aunque la presión social existe), sino por lo siguiente: creo firmemente que el panorama de entretenimiento artístico exterior va a ir directamente en picada. Por las razones que esgrimiré a continuación.

Por un lado, el cierre masivo de locales de entretenimiento (bares, pubs, boliches) consecuencia de la pandemia etapa 2020. Eso, de entrada, saca espacios donde actividades del estilo se pueden desarrollar. No hace falta que describa el efecto dominó sobre quienes trabajan en y de eso pues suficiente se habló al respecto y no voy a hablar en nombre de alguien más, pues no me corresponde. Sí voy a decir que estos espacios, comprendiendo específicamente el área que ocupaban, seguramente vayan a ser comprados por gente o entidades que tienen el suficiente capital como para hacerlo y colocar allí otro local más de sus largas cadenas de gimnasios, zapaterías, o cafés horrendos. Donde avanza lo masivo, retrocede lo autónomo. Al oligopolio de comercios se le suma, por supuesto, el oligopolio de precios. Los pequeños y medianos comienzan a bailar la samba de los costos. Difícil competirle a eso pero más difícil competirle a la comodidad de no ir fuera de un radio de 15 cuadras del depto y la sucinta aceptación de una IPA de mierda a un precio exorbitante. Aplíquese esto a Palermo, Villa Crespo, Almagro o San Telmo, que es donde la cosa se mueve. Y si la clientela habitual -o la esporádica- viene con complicaciones económicas por los motivos que ya expliqué, mucho peor. 

Como si esto fuera poco, otras situaciones desembarcarán pronto en Buenos Aires: a una economía parada, personas con un sueldo de mierda o desempleadas, se suma la imposibilidad de baja en el precio de los alquileres. De aquí infiero que muchxs se verán obligadxs a mudarse a otro barrio o fuera de la Capital*. A su vez, al ser Argentina uno de los países más avanzados en el tema vacunación (de la región) y con una de las monedas más débiles -a la vez-, es probable que otra buena masa de gente decida inmigrar hacia aquí -que no critico ni me parece mal. Puedo inducir -para mi tristeza, porque ya se ha visto- que buena parte de esa población quedará atada a laburos de mierda de 2 mangos tipo apps de delivery, incrementándolas y con la complicidad de quienes pueden quedarse en casa, principales responsables del crecimiento de estas empresas. Por ende, el escenario cultural de entretenimiento va a tener que rebuscársela a la hora de llegarle a un nuevo consumidor, porque será cada vez más particular y serán cada vez menos quienes salgan a ver qué hay de nuevo en las calles porteñas. Hay y habrá un nuevo público, escaso, chico, con nuevos gestos y nuevos gustos próximamente. Gustos preformateados, insisto, por esta nueva comodidad descubierta de forma indoor a base de Netflix, Stremio y mucho celu.
En base a esto último, tenemos una enorme masa de gente que aprendió a no salir. A que la salida es hacia adentro. No salir, como dije antes, se volvió bien visto y aceptar que “todxs” en realidad salíamos porque así lo mandaba la vida media social, también. De repente, salir se volvió una porquería, siempre lo había sido, era una realidad tapada. La pandemia lo puso de relieve y todxs fuimos -supuestamente- felices con esta nueva franqueza. Esta conducta, esta aceptación, obviamente perdurará: nadie se cuestiona su propia comodidad. ¡Con lo jodido que es vivir todavía nos vamos a estar cuestionando cuando estamos cómodxs! Aquí es donde el virus sin dudas echó más raíces: en la comodidad. Les dio un argumento a lxs cómodxs para no salir y, para colmo, que eso esté bien visto. El paso que sigue es que se empiece a mirar mal o acusar de snob a aquellx que quiera salir diariamente a donde sea, a consumir espectáculo. Donde merma la cantidad de público y/o dinero, merma la cantidad de obras de cualquier tipo para ver, oír, disfrutar, etcétera. 

Y en esta cadena clásica de capitalismo barato, hay un agente más que puede pasarla aún peor. ¿Peor que pagar alquileres altísimos y hacer malabares con los precios para no cerrar? ¿Peor que pagar precios altísimos una vez por semana para tomar una birra horrible? Sí, porque en este mamarracho que germina del compost pandémico se alza el vestigio del último orejón del tarro. ¿Quiénes? Lxs artistas. Lxs que sí o sí para darse a conocer, pagar sus cuentas, vivir y disfrutar de lo que ellxs quieren (!) van a tener que salir a presentarse. Pueden imaginarse ustedes lectores cuántas oportunidades de presentarse tendrá una banda emergente y en qué condiciones siendo que si ya antes de la pandemia la situación era deleznable y triste, con una pizza y 2 birras para 6 personas, cómo puede llegar a ser el después. Se viene un panorama feo feo para el under. Sobre todo para aquel que no es ni consumido por el under mismo. Lxs artistas -musicales, sobre todo- se verán obligadxs a pelear por un lugar en Spotify o YouTube. ¡¡¡EN YOUTUBE, BOLUDO!!! ¡¡Literalmente dependemos de las ganas con las que se levante el algoritmo esa mañana y quién quiera poner o no la tarasca!!. Me las quiero cortar con una motosierra. 

La única que se me ocurre para tratar de dar vuelta la torta -bah, para cambiarle el sabor, apenitas- es comenzar a programar al aire libre. Por varios motivos: primero porque, en lo inmediato, es el único espacio medianamente salubre. Segundo, porque allí es donde la gente se encuentra, se conoce, apalabra, intercambia miradas, se empieza a ver. Tercer y último lugar, porque allí es donde las ondas/movimientos artísticos ocurren más genuinamente. No por una cuestión romántica, sino porque no hay ataduras de ningún tipo. Acordémonos cómo surgió el trap, y contemplemos la cantidad de personas que mueve hoy día. Puede gustar o no, pero es indudable que tiene al menos una parte de autenticidad en su dinámica muy grosa. No nos podemos quedar o especular con que el Gobierno simplemente intervenga con ayudas. Porque no va a pasar -uno- y porque en todo caso son parches para ocultar que la guita irá disparada a los mismos Centro Culturales oficiales -dos-. Si de algo se ha encargado el Gobierno de esta Ciudad, de esta Ciudad del Orto, es de desfinanciar la cultura independiente tanto como sea económicamente posible. 

Bien, echemos un poquito de luz sobre esto para evitar el corchazo. A ver: gente con ganas de salir va a haber siempre y esta city siempre va a ofrecer bonitos espectáculos a los cuales asistir. Mucha de la gente que se encarga de montarlos dispone de buenos amigos para que les hagan el aguante. Las redes sociales hacen el resto y los talentos no me atrevo ni a cuestionarlos. Es muy posible que haya grupos que una vez apagado el infierno busque hacer una revuelta con tanta quietud, salir lo más posible. Una especie de mini-venganza al confinamiento (¿cuánto puede durar la contrasalida, empero? Una bronca alzada, nomás). Y, si soy sincero, también tengo que decir que ya hay gente saliendo. Siempre hubo gente saliendo. Saliendo a todas partes. A hacer de todo. Más por una cuestión de desubicada rebeldía que otra cosa pero pasar, pasaba. Cuál o cómo es el contenido de esas salidas es otro tema y no puedo apuntar con el dedo. 

Pero si esta larga columna parece todo un gran señalamiento hacia cierto tipo de gente es porque me da bronca al fin y al cabo cuando se apunta -mal- a la calidad de la oferta artística y para colmo se la denigra, desprecia o cuestiona luego con total impunidad. Digo, a la suerte hay que ayudarla. Uno puede tener las mejores intenciones y los mejores temas que presentar o poemas que recitar pero sin público que acompañe, que busque esa experiencia, es muy difícil y el culo se empieza a llenar de preguntas. Un único argumento estoy dispuesto a bancarme bien en caso de que alguien se niegue a asistir: aburrimiento. No puedo decirle nada a nadie que rechace salidas porque las considera aburridas -al contrario, me parece una excusa buenísima. Tenemos por suerte material de sobra para hacerle frente al aburrimiento y creo en el péndulo de la historia como para que desde aquí surja material que funcione de respuesta contracultural a la pandemia. 

Precisamos, en todo caso y desde mi exclusivo punto de vista, un movimiento (o varios) que tengan más certezas que novedades. No me parece el momento de innovar, lamentablemente. Por el contrario, me parece el momento de volver a las raíces, o al menos a lugares seguros. En todo caso, la innovación vendrá espontáneamente o por propia decantación de la dinámica cultural. Este calambre, que sacó por lejos lo peor de la humanidad, abrió una grieta transnacional a nivel países que tendrán sus réplicas sísmicas a nivel interno (no somos únicos, como tampoco estamos solos). Donde no nos miremos con bondad los unos a los otros en nombre del futuro, la vamos a pasar muy, muy como el orto.


*  Obviemos por ahora la crisis habitacional que hay en esta Ciudad, tema mediáticamente blindado, porque sino vamos a estar hasta mañana.

jueves, 25 de marzo de 2021

La Memoria II

       Ayer, por un nuevo aniversario del último golpe militar, el 24 de Marzo, decidí volver a ver "La Historia Oficial", de Luis Puenzo, motivo por el cual surgió de improviso este escrito que redacto mientras una tenue lluvia amolda la Ciudad de Buenos Aires. 

    La había visto por primera vez a los 15 años, lo recuerdo porque se lo mencioné a una profesora en una clase de apoyo que se daba en mi secundaria para aprobar a esa misma profesora. Le dije que no había entendido el final -más precisamente, la última toma- y tenía el vago recuerdo de, a pesar de "entender" por qué era una película buena, no captar porque había sido tan merecedora de un Oscar. 

    Hoy volví a verla. Es un peliculón. De punta a punta. Un 10. Agradezco un poco la posibilidad que nos da el cine y el tiempo para poder olerla con otro gusto y sabor a través de los años y que nuestro entendimiento también abrace otra madurez colectiva al momento de crecer. Vi que claramente me faltaba mucho cine y muchas sub-lecturas por dentro en su momento para terminar de ver qué era lo que estaba apreciando. Recuerdo que me dio un poco de vergüenza en aquel entonces no saber o no entender en profundidad qué era lo que contaba.

    Al mismo tiempo, ahora que he vuelto a cierto mar de redes sociales, es alarmante encontrar cómo ciertos retrógrados se siguen basando en datos difusos o discursos que no llevan a ningún lado con tal de despreciar una lucha de años. Y aquí es donde ocurre algo similar a lo que me ocurrió a mí con la película: esta gente, en su afán de demostrar, invita a una "relectura" de la situación para tratar de anquilosar cierta justicia de su lado (o lo que ellos llaman justicia) a fin de poner en pie de igualdad una militancia venida abajo con el terrorismo de Estado apoyado en y por grupos económicos y de poder internacionales más la complicidad civil y eclesiástica. O negar un número a fin de enfriar cierta cifra y que se dé una discusión en el plano de lo aritmético. Si hay una posibilidad de que no hayan sido 30.000, es porque fueron -y seguramente hayan sido- muchísimos más. Creer que porque un buen día regresó la democracia delegativa se dejó de trabajar bajo los mecanismos operados durante casi 8 años y todo el mundo pudo ir a denunciar lo más tranquilo es sencillamente absurdo o insano. Todo se acompleja cuando no hay registros oficiales. Abran los archivos.

    También puede haber, sin embargo, otro tipo de relectura: una donde no sólo uno encuentre cosas al re-estudiar sino que acabe por entender la magnificencia de lo ocurrido, y cómo es irremediable nuestra labor y tarea, nuestra responsabilidad a la hora de atender estos crímenes y dejar en claro que quisieron hacer naufragar a un pueblo entero. Nosotrxs, lxs de mi generación ("Lxs Hijxs de los '90") no podemos y por suerte nunca seremos capaces de entender completamente el horror que se vivió en esos años y posteriores. Lo único que podemos hacer es recrearlo mediante obras artísticas y su interpretación, aunque también tenemos la franca tarea de mantener un ejercicio de memoria activo pues lo único que nos toca de cerca en ese período es lo simbólico. Sí, muchas prácticas de aquella época -secuestros, desapariciones- siguen ocurriendo, en otro tono (o no tanto). Pero si no nos comprometemos a terminar con lo simbólico de aquellos tiempo -que no es otra cosa que un camino más largo hacia lo real, con lo que mucha gente lamentablemente se identifica- en vano será desear que un dejo de la situación cambie o un culpable se exponga. 

    Y por nosotrxs mismos también: también se puede hacer una relectura de la memoria de uno, que no es sino el libro donde vamos registrando grabado lo que queremos y podemos de nuestra vida. ¿Cómo era tu memoria antes de ser esta? ¿Cómo podés leerla? ¿Está satisfecha? ¿Puede estar orgullosa tu memoria de ayer de aquello que sos hoy? No es pecado ocuparse de unx mismx. Al fin y al cabo, si buscamos ser pueblo, nos podemos mover en conjunto pero necesariamente las piezas deben estar lo más aceitadas y estabilizadas consigo mismas posible. Hay otras humanidades que merecen otro futuro y otras que merecen un castigo. Por ambas peleamos. Hay otro arco de lucha hoy en día que varía en lo simbólico desde el mismo momento en que varía el terreno espacial de disputa. Adentrarse en ellos dependerá de cada sujetx, así como hacer una relectura y profundización día a día de sus sentimientos. Una memoria activa sentintelectual es y será clave para saber por qué estamos del lado que estamos y elegimos estar. Y que ojalá lo recordemos para siempre. 

domingo, 10 de enero de 2021

"Que decir aborto suene a legal..."/Revolution

Algunos apuntes sobre la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo en Argentina

     Una Revolución es aquello que, cuando creías que era imposible que algo ocurriese, pasa. Lo del último 30/12/20 fue algo de todo ello. Algunx se reirá comparándolo con otras revoluciones, pero al fin y al cabo las circunstancias definen muchas cosas (todo, bah) y tal vez la Revolución sea nomás un estado mental. 

    Estuve aquella histórica jornada de Diputados del 14 de Junio de 2018 y la alegría inconmensurable, espontánea, sin igual de aquella vez que se vivió era realmente que se había logrado -parcialmente- lo que sonaba lejísimo en el tiempo. Y en una sociedad argentina donde ya se sabe cómo opera la mentalidad a la hora de la jugada política, lo conseguido tenía un peso simbólico difícil de ignorar y menos de dejar de lado. Ya era un mojón en la historia muy importante. Se sospechaba -en su momento- que la votación no superaría Senadores -como efectivamente pasó. Pero hay una historia y un termómetro social medible en las redes. Se puede hacer algo con ello. Es recortado y subjetivo pero por una razón presente y futuro no son lo mismo. 

    Si mi hermano escribiera acá (?) diría algo así como que quienes votaron lo hicieron por conveniencia política, etc. Sí, entiendo que sea difícil creer que de buenas a primeras quienes ayer votaron en contra o cajonearon el proyecto hoy voten a favor pero quedará en el eterno limbo de no saber si es por convicción, rédito político, soborno, rosca interna o todo eso y más. La política en toda su expresión. 

    Aunque todo esto no hubiese sido posible sin la batalla ganada en las calles. Y esta es central. La constante y persistente presencia de las Verdes ayudó a forjar un inconsciente colectivo de presencia masiva y repetida que no iba a ser fácil ni de sacar ni de vencer. Seamos honestos -bah, yo voy a serlo, trístemente serlo-: no creo, no sé si una mayoría a nivel país quiere o quería una legalización de la IVE. Más por estar en contra del aborto mismo, pero qué importa. Y me hace ruido ir "en contra" de lo que la mayoría de la población quiere, en teoría. ¡Aunque podría estar equivocado! ¡Y ampliamente! Pero aun así hay 2 argumentos que se oponen fuerte al simple esgrimir de la mayoría simple. Lo primero, es que efectivamente estamos tocando cuerpos ajenos. No, no me refiero a esos, me refiero a ellas. Es realmente invadir un cuerpo ajeno; y si bien yo sé que hay mujeres que se oponen a esto, mi opinión personal cuenta un poco menos pues nací y me identifico con "el otro lado" y nunca voy a estar ni cerca de vivir una situación semejante. 

    El segundo argumento -y el que personalmente más me pega- es el de "los abortos van a seguir ocurriendo". Se puede ignorar la realidad pero no las consecuencias de ignorarla. Y lo cierto es que, mientras nos hacíamos los boludos con ley sí ley no, un montón de pibas se morían en abortos clandestinos frente a la desidia del Estado, que no las protegió frente a esa situación. LISTO. Finish, caput. Se acabó la discusión. Lo digo siendo una persona que, a pesar de estar a favor de la ley, si un día una pareja mía viniese y en el medio del embarazo me dijera "me arrepentí, no lo quiero tener", me generaría un mar de cosas por dentro. No es fácil -y al mismo tiempo, si no es fácil para mí, imagínense para la otra parte: de nuevo, estamos operando con un cuerpo ajeno (un cuerpo gestante ajeno). Pero bueno, no tiene por qué ser siempre una situación tan extrema o tan estresante. Esto amplía margen de acción, amplía derechos. Se juega con otras reglas.

    Reglas que, por supuesto, habemus de hacer cumplir. Hablando de idiosincrasia argentina, si fue difícil llegar hasta acá, ni hablar de lo que será que esta ley se cumpla. No objeto la objeción de conciencia, valga la redundancia. Qué sé yo... Afortunadamente, nuestro sistema de salud ofrece varias salidas alternativas. Anyway, hará falta un potente trabajo de hormiga (otro más y van...) para que la corrupción típica no socave tanto esfuerzo concentrado.

    Respecto al esfuerzo concentrado, algo que quise poner antes y el hilo del diálogo/post me desvió: el simbolismo presencial jugó su papel pues copar Callao demostró que hay más gente interesada en cambiar las cosas que interesada en que no cambien. Y no es lo mismo. Emplear el cuerpo -lo único de lo que somos dueñxs, en teoría- y el propio tiempo de unx no es superficial. No es lo mismo estar que no estar. Porque unx podría creer que lxs Celestes no fueron por una cuestión de pandemia o porque confiaron en que las bases sólidas de la tradición no se moverían, y por ello no veían motivos para movilizar y manifestarse. Crasso error. No se manifestaron porque en el fondo les da paja y no quieren saber nada con ir a poner el cuerpo por una causa. No saben qué ni cómo es eso. No entienden su lógica -nada difícil- porque jamás estuvieron en una. No saben lo que es defender una convicción. Y lo sabían hacia adentro. Sabía que iban a ser pocxs, y quedarían marcados numéricamente para abajo, marcándoles otra derrota a nivel presencia. Y por más obvio que suene, no es algo menor. No es lo mismo verlo que no verlo. 

    A lo que voy con todo esto: el sentido común inmoviliza. Los tipos confiaron en que sus representantes dentro del recinto (¡qué quilombo la democracia delegativa!) iban a hacer su laburo e iban a juntar el suficiente poder como para que la cosa no se modifique como el año anterior Y FALLARON. El sentido común donde reside la tradición y hace creer que lo que está instalado está bien es algo que tenemos que desterrar de raíz ya. No ayuda a pensar que las cosas puedan cambiar. Su lucha en contra es clave a la hora de ofrecer un parámetro de transformación. La deconstrucción -dicen, y confirmo- si no es incómoda, no es tal. La deconstrucción del sistema es necesaria y urgente. No podemos seguir viviendo como vivimos. No se puede vivir más así. Lo de ayer fue un pasazo en la transformación de la sociedad. No nos quedemos atrás. Salgamos riendo que las cosas pueden cambiar mucho más.