sábado, 25 de julio de 2020

Estado de Poesía

          Primer año de la Secundaria: una nefasta profesora de Castellano nos hace pasar al frente y, como tarea, recitar un poema a elección de memoria delante de la clase, como si estuviéramos en los años '50. Nosotrxs, que tenemos 13 años y nos conocemos hace 6 meses, nunca jamás leímos uno ni de papel en esa circunstancia. No hay uno que no pase y se sienta humillado. Una compañera se toma el laburo de traducir y traer "Friday, I'm in Love", de The Cure. La devolución, me acuerdo como si fuese hoy, es: "Tampoco es que lo tradujo Cortázar".
          Tercer año de la Secundaria: una profesora de Literatura, más nefasta aun que la anterior, nos da una serie de poemas a leer en un cuadernillo junto con una serie de recursos poéticos para explicarlos y otros poemas más que ejemplifican los mismos. El análisis literario, entonces, se vuelve una disección del texto -como si fuese un cuerpo muerto- donde hay que encontrar los recursos que usó lx autorx para llegar al efecto estético. Los poemas son bloques de recursos puestos como ladrillos y la arquitectura final va en una sola dirección. El trabajo se vuelve un dificultoso desarme de esa construcción y, para los menos avezados en las letras, una adivinanza. "A ver, ¿qué recurso usó el autor acá? ¿¿Y por qué?? ¿¿Y qué quiso decir??", parecen susurrar las consignas con voz para niñxs. Lxs autores, entonces, pasan a ser unxs petulantes narcisistas que juegan al misterio y donde no los entendés queda en el aire la sensación de que "no te da", como un boludeo fino. Los tipos, entonces, escriben entre ellos, para ellos, y de una manera que saben que la gilada no los puede correr porque la emoción -por lo menos a esa edad- es que aun la poesía es "para algunos", "para unos pocos". Ojo, hay otras interpretaciones, eh, son válidas, se aceptan, pero siempre justificando de manera adecuada. Y la "adecuación", eso sí, parte y termina en el criterio de ellos, los profes. En un tiempo acotado, cuando hay evaluación. 
           En todo este tiempo, nunca, pero JAMÁS de los jamases, se nos pregunta qué pensamos respecto al poema, o qué nos genera, o cómo lo percibimos, cómo lo sentimos. Si lo escrito lo hubiésemos expresado de otra manera, si esa manera es la adecuada... 
           Primer año de la Licenciatura: un compañero, que luego será mi amigo, cuando le comento que hago poesía oral en vivo fin de semana por medio, me contesta: "Ah, yo no entiendo poesía". Pero no me lo dice despectivamente, eh, ni mirándome en menos. Lo dice como reconociendo una limitación, como diciendo "va más allá de mi alcance". Extraño, pues sospecho -y luego confirmaré- que este muchacho era y es muy inteligente. 
           La poesía -sobre todo la poesía escrita- suele ser vista, primero, con mucho desinterés. Luego, con mucho prejuicio, por lo mismo que acabo de contar. Y es una lástima pues puede ser una herramienta o un canal tan útil, una forma de expresión tan abierta que mostrarla y enseñarla de esa manera todo lo que genera es un efecto contraproducente. No digo que introducirnos a tan maravilloso género esté mal (al contrario) pero, ahora bien, pretender por ejemplo empatar las subjetividades de un par de infantes apenas en expansión... es riesgoso. Innecesariamente riesgoso. Pareciera casi una implantación de dichas subjetividades. "Esto es lo que hay que sentir", "esto es lo que hay que interpretar". La cosa no funciona así.
            No voy a explayarme mucho más pues no tengo mucho más que decir. Probé cerrar este texto de muchas maneras distintas pero ninguna me convencía. Mi único deseo es que, si alguien tuvo una repulsiva entrada a ese mundo, ojalá se dé una segunda oportunidad. Y, si por algún motivo, alguien que va a enseñar literatura está leyendo esto, tenga cuidado a la hora de ofrecer las primeras plantas a sus próximos alumnxs. Pocas cosas peores que el que te alejen de aquello que no sabés cuánto bien te puede hacer.