miércoles, 18 de noviembre de 2020

Palabras Más, Palabras Menos II

[Escrito originalmente pensado y realizado para trabajo final de la materia Sociología, pero que descubrí que encajaba perfecto aquí (corregido y ampliado)]

"En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios
- Juan 1:1-14

    Con la que podría ser una interminable generadora de tratados de semiótica, elijo esta frase extraída del Nuevo Testamento para arrancar esta columna pues considero que sintetiza bastante bien todos los procesos al día de hoy utilizados en torno a la herramienta fundamental de la especie humana (y de este trabajo): la palabra.

    Decir "Al principio fue el verbo" implica, por lo menos, dos grandes cosas: en primer lugar, que el verbo es acción. Por lo tanto, la palabra también. La palabra es acción, por ende es movimiento. Genera. Y es en esa generación propia de la puesta en sintagmas de fonemas que son conceptos que la humanidad ha podido sostenerse, construirse y desarrollarse en el tiempo. La palabra tiene la característica esencial de ser no sólo propia sino inherente a la especie humana. Ninguna otra la tiene. Ha sido, entonces, una construcción conjunta a lo largo del tiempo que se fue desarrollando mediante muy diversas ramas -los idiomas-, aunque siempre manteniendo una lógica interna. Lo rico de ella es que, sin haber sistema único, ella se ha mantenido organizada bajo un elemento que la forma a la vez que es formada: la gramática.

    Boris Groys, en su ensayo "Volverse público. Las transformaciones del arte en el ágora contemporánea" (Ed. Caja Negra. CABA, 2015), más específicamente en el capítulo "Google: el lenguaje más allá de la gramática", expuso sobre la falsa democratización de la palabra en tanto elemento que, inserto en la lógica del algoritmo de Google, perdía valor al estar desprendido de la gramática.

    La palabra también es un territorio en disputa, por todo lo expuesto anteriormente. Y Google, en tanto plataforma, busca un dominio y una apropiación de la misma ¿Cómo? Con un sistema parecido a lo que pasó con la llamada "acumulación originaria" pero en tanto captación y organización de toda la información disponible alrededor de lo que está compuesto el mundo (manifestado en palabras, una vez más) fue algo hecho "sin consulta" y sin mediaciones previas. O, en todo caso, quizás sí hubo una democratización previa luego comprada y configuraba bajo un solo ente. Dividido en un infinito campo de páginas web, se manifiesta un mecanismo de parcelación y división ya no de la tierra natural, sino de la nueva, la virtual, la de las palabras-concepto-mundo. Este otro territorio fue conquistado de manera cuasi invisible. La apropiación y el atropello cometidos en un lado fueron por la fuerza, mientras que por el otro -no lo sabemos con certeza- fue aceptado o, al menos, invisibilizado. Hoy por hoy hay un monopolio total y absoluto.

    El que haya acceso por parte de toda la población no quiere decir que se acceda a todos lados. Si bien la "democratización" de la palabra puede pensarse como algo construido entre todxs (como si constituyera su propio lenguaje) lo cierto es que todos dependemos del mismo buscador con su propio criterio a cuestas -excepto lxs que lograron superar esa paja-, el cual determina a su vez el criterio de nosotrxs, lxs usuarixs. Criterio reforzado a base de los resultados seleccionados, generando un círculo vicioso. Es cierto que Google redirige a páginas que contienen aquello que se busca y no páginas suyas de contenido propio (no se redirige a sí mismo -aunque no le haga falta-) pero, ¿qué quita que no lo haga en un futuro? ¿o que no nos redirija a donde de hecho le conviene?

    Aquí se vuelve a ver la influencia de la Teoría de los Campos de Pierre Bourdieu y su incidencia entre el algoritmo y la vida diaria. El algoritmo está formateando, justamente, aquello por lo que lxs usuarixs van a moverse y, por lo tanto, conectarse. El algoritmo busca que lxs usuarixs se queden en su plataforma la mayor cantidad de tiempo posible. Por ende, cada vez que haya una búsqueda sobre determinados objetos/conceptos (reducidos a "palabras", insisto), este irá a donde lea que es mejor para esx usuarix en particular ir y, además, le propondrá otros estímulos (publicidad, páginas, anuncios, videos similares relacionados con la página en cuestión) junto a o en la misma página sugerida. Y, cuando dos de estas búsquedas en el ocurre en el mismo o en diferentes usuarixs, el algoritmo lxs une. Si las respuestas -las páginas a las que estxs deciden entrar- son las mismas, más aun. Lxs conecta. Los campos de cada persona se van profundizando e intensificando, creyéndose libres e independientes por hacerlo, pareciéndose más entre sí en realidad. Es en esa búsqueda o la falta de ella que lx usuarix tiene la posibilidad implícita de ampliar su campo o su influencia en él. Como en un efecto dominó, el suministro de la misma información habilita automáticamente a una dominación del cuerpo y de la mente -por extensión- aun mayor, pues no solamente se les proponen los mismos productos/"necesidades" a comprar sino también a consumir los mismos artículos periodísticos, las mismas novedades, la misma información. Una cosa lleva a la otra. Se conectan porque se relacionan y TE conectan, al estar relacionados. Más consumís, más profundizás en una postura. El consumo formatea el pensamiento y la acción, finalmente.

    La palabra, en ese caso, pasa a ser una mercancía en términos similares a los que planteaba Karl Marx. Si bien dicha mercancía no es estrictamente comercializable o intercambiable -bah, en teoría- sí tiene un valor social al ser uno de los elementos/herramientas con los que, definitivamente, se ayuda a conformar la realidad. "Lo que no se nombra, no existe" supo decir George Steiner. No podemos hablar de un monopolio sobre la palabra en el sentido del término, pero el ser humano ha dejado hace rato de ser el mero creador y "distribuidor" de la palabra como objeto de valor. Sí es cierto que con la acción va derivando el lenguaje y viceversa, pero hemos llegado al punto donde un agente externo no humano (manejado por humanos, sí, pero no humano per sé) delega y genera su propio lenguaje a partir de su existencia. El algoritmo es tan poderoso y la incidencia de la tecnología tan fuerte, que es/sería muy difícil desligarse de su influencia en la construcción del imaginario. Michel Foucault hablaba de ciertas técnicas como las normas legales o los discursos para configurar un bio-poder sobre el cuerpo que impactara en la conducta del individuo. Aquí se desarrolla cuasi a la inversa: el individuo se ve obligado, en su gran mayoría, en tener que tratar con algún tipo de dispositivo tecnológico por el propio desarrollo del sistema. Y es el cuerpo el que queda atado a estas condiciones impuestas de tener que trabajar con ellos, el que termina amoldándose a ellxs, el que termina siendo controlado, en vez de ser la tecnología la que se amolde al cuerpo -ríe a lo lejos Marshall McLuhan-. Google sabe que tiene todas las riendas pues todo pasa por él y para todo tiene herramientas y aplicaciones.

    De esta forma, podemos concluir tristemente que, al igual que los campesinos que fueron erradicados en su momento de sus tierras trabajadas -como bien señaló Silvia Federici-, al ser humano transformado en usuario también se lo ha erradicado de su terreno de disputa: el lenguaje. A la palabra se la ha desterritorializado de su campo de poder, la gramática. Al ser humano se lo ha desterritorializado de la palabra, que también es acción y, como vimos al principio, Vida. Al ser humano, finalmente, se lo ha desterritorializado de sí mismo.

jueves, 8 de octubre de 2020

Cultura L!ve

[Este posteo tendría que haber salido hace exactos 45 días, pero bueno. Pasaron cosas y 5 materias]

Hace 10 años que tengo Facebook. Increíble pero real. Irónico, teniendo en cuenta que fue una red social de la que renegué muchísimo tiempo -y mis amigos se reirán pues pueden recordar perfectamente aquellas veces en las que decía a viva voz que "nunca me [iba] a hacer un FB" (o basta revisar, sino, los conceptos de "La Vanguardia es Así VIII"). El primer y único motivo, lógicamente, era una supuesta superioridad moral -que no era tal- ejercida por aquellos que mirábamos de reojo esa "cosa" y decíamos "¿cómo vas a estar en una red social, ahí, donde están todos los boludos alienados?".

Bueno, pesó más una cultura social y entender por dónde estaba pasando todo. Para 2009, todo el mundo tenía Facebook. Todos. Era obligatorio y, si no tenías, no te podían creer. El mundo, la vida pasaba por allí. Fue la primer red social realmente transgeneracional. Gente de hasta 60 o 70 años tuvo y/o tiene. Y así con todas las consecuencias que tuvo para ellxs. Yo no tuve hasta Agosto de 2010, tardísimo en términos de tecno-moda social. Aunque también hacerlo fue intencional: me lo creé porque escuché que mis ex compañeros de la primaria organizaban juntadas por allí -y hoy, soy yo el que capitanea esas juntadas (sí, soy de esos seres horribles). Gabote, del mismo grupo, cuando vio que finalmente ingresé a esta tierra, me dijo el famoso "nadie puede ganarle al sistema". De todas formas, mi mejor amigo de su momento, 10 veces más radical que yo, ya se lo había creado y aun así ni siquiera fui el último: el Mito Ayala y el Mogno Cohen se lo hicieron después de mí.

Y hoy no lo cierro no sólo porque bien utilizado es una herramienta útil (la comunicación es una herramienta útil: ¿Cuánta gente consiguió laburo por FB? ¿Cuántas a su actual pareja?) sino porque acumula una cierta cantidad de información, posteos, frases y anécdotas que, revisados mediante la pestaña Recuerdos, me posibilita ver qué y cómo pensaba yo y mis contemporáneos en su momento. Me interesa saber quién era yo hace no tanto tiempo: la pérdida de perspectiva histórica me parece una picardía al lado de lo que podría aprovecharse -además de ser una buena postal de época, para no olvidar cómo era la aldea virtual. 

A mí me tocó atravesarla en su momento de más vigor en el justo punto entre mis 16 y 18 años. Repito: todo pasaba por FB. Cuando volví de viaje de egresados, hubo compañeras de mi promoción que subieron fotos con horas de diferencia tras la llegada (no había celular de tanta capacidad como hacerlo vía Wi Fi). No importaba dormir tras viaje. No había tiempo que perder. Quien antes posteaba, ganaba. Ganaba la mayor cantidad de likes y, lógicamente, los comentarios más instantáneos y originales pues eran los primeros. Y así con todo: cada evento, salida o acontecimiento semi-privado/público que ameritaba una carrera de fotos, terminaba indefectiblemente en el muro virtual de su creadorx o del dueñx de la cámara digital pertinente, muy en boga en ese momento.

La parte positiva es que, también gracias a la realidad circulando por fibra óptica, la batalla por sobresalir en los inicios me dio una enorme perspectiva respecto a un montón de ciclos y lugares a los cuales asistir, que a su vez me dieron a un montón de personas. La cantidad de cosas que me han ayudado a conocer los eventos aquí publicados todavía las estoy contando. Para colmo, yo era uno de esos rarísimos casos que ponían Asistiré... y asistían. Me parecía casi una cuestión moral, mirá. Y para peor: llegaba temprano. Llegaba a la hora exacta a la que lxs organizadorxs citaban. Creo que nunca entendí cómo funciona realmente la paja general (la paja de la cara ajena) de moverse de un lado a otro, posiblemente porque vivo en la loma del orto y todo me queda lejos. 

Puedo decir, además, con descansada conciencia, que la gran mayoría de contactos que llegaron a mi vida gracias a esos eventos, circularon de la realidad real a la virtual, y no al revés. Esas relaciones bien se han acabado, deteriorado o fortalecido con el tiempo, dependiendo. Porque hablamos de gente que va desde el circuito cultural hasta la horda militante, que valieron y valen un montón -o nada, dependiendo, de nuevo, de quién hablemos. Pero ya no nos debemos enfrentar a la epidémica estrechez entre conexión real y conexión virtual personal y el paralelismo que eso significaba en sus días. Recordemos: en momento, aceptar o no a una persona en tu FB, o -peor aun- eliminarla, equivalía a decirle "no sos más parte de mi vida". Inutilísima proposición, obvio, incumplible desde todo punto de vista -pero bueno, la aceptación de que ambas realidades se correspondían entre sí corría como la sangre. 

Facebook, convengamos, es un lugar horrible. Horrendo. Lleno de gente de mierda. Stalkers, mala leches, cyberbullies y microfascistas. Gente que no entiende ironías ni sarcasmos, no distingue fake news de reales, se aplaude con espejos parecidos en sus grupos cerrados y sólo lleva agua para su propio molino. Es cierto que el algoritmo nos conoce de memoria y ya ni se gasta en mostrarnos cosas nuevas, pero convengamos que la gran mayoría reacciona de la manera más lineal posible ante el advenimiento de cualquier otro pensamiento distinto del suyo. Tal vez haya cierto masoquismo en ir a encontrarnos con lo indeseado (más interesante de discutir) por la adrenalina que genera la confrontación. Pero el río no deriva siempre en un mar de agua espumosa y, lejos de ello, hemos mudado de pieles a otras redes sociales donde fuimos a desarrollar la motricidad fina en el arte del pecado.

No pretendo con esto romantizar el pasado, en absoluto. En aquel momento, no te digo que había una lucha encarnizada, pero se hacía todo lo posible por tener la mayor cantidad de likes y, quien sacaba más en el mismo estado, ganaba. He visto capturas de pantalla con gente solicitando a otras personas likes, rogando por un Me Gusta, ese botón venenoso de este sitio del orto. La cantidad de cambios de foto de perfil en un mismo día. Los posteos, las firmas en muros ajenos. ¡Las frases de canciones con doble sentido! ¡Dios, qué enfermos de mierda!

🤦‍♂️

Estas prácticas probablemente hayan derivado de la lógica Windows Live Messenger, que la mierda esta, increíblemente, logró destronar. Créanme: nadie en 2009 sospechaba que Messenger, ni remotamente, iba a desaparecer (menos con el inbox de mierda que es y sigue siendo una poronga). Y cayó. En otros lares, Flogguer había terminado y Blogguer sólo era para frikis que disfruta(ba)mos de escribir. ¿Querés saber qué es el avance de la tecnología? El comprobar que tu vida perece al ritmo de la tecnología con la que te identificás.

No estoy muy seguro de a qué conclusión me lleva esto. Es un arma de doble filo de la que te podés desprender, pero en un mundo capitalmente imperialista de poderes ultraconcentrados, quién sabe qué tan buen o mal sea descartar un elemento por el que pasan tantos factores, tanta realidad -nos guste o no- a la deriva con otras telarañas (Instagram, Twitter, Tik Tok). Nos quedamos con FB porque asumo que más vale malo conocido que bueno conocer (¡la definitiva tóxica relación!), aunque no. Nos conocemos mucho para ser tan pocos y cada vez menos, visto el éxodo etario que hace años sufre la Cía. Estamos ahí porque las cosas pasan acá, del otro lado de la pantalla. Luego, en todo caso, pasan allá, donde hay árboles y pavimento. Y seguirá así hasta que un día, de mala gana, obligado o no, el monstruo se despierte sin ganas de nada, decidido a cagarse en su historia y cierre la primer y única cuenta que siempre (le) importó: la suya.

miércoles, 5 de agosto de 2020

Salsa!

    No porque esté totaaalmente en desacuerdo peeeero quiero señalar un pequeño efecto contraproducente en el típico discurso de manualidades "súper-fáciles, sencillísimas y en 5 minutos": la tremenda frustración que ocurre al fallar. 
    Lo traigo a colación pues el otro día estaba intentando cocinar algo muy simple (tan simple que me da vergüenza decirlo) y fallé estrepitosamente. Fue tal la amargura y el enfado que sentí que ese día directamente no almorcé. Llegué a dudar de la exactitud de nuestros vasos medidores -en los que ya he cocinado, dicho sea de paso.
    Digo, yo sé que en el fondo el problema es mío: la persona que explicó esto por YouTube lo hizo de una manera clara y -si bien no recuerdo exactamente ya- creo haber seguido los pasos tal cual. El tema es que no importa qué tan fácil o difícil sea la tarea a realizar: vos siempre podés ofrecerme una puerta muy grande para el "éxito" de cualquier cosa, sea ínfima o enorme. Ahora bien, si esa puerta tan grande es de vidrio, no importa: si no me avisás que existe, me voy a dar la ñata contra ella igual, quiera o no. No estaría mal, entonces, dejar notado que aun en estos casos un tropezón puede pasar. Más fácil parece subir, más duro es verse caer.
    Entiendo que es lo menos marketinero del mundo, pero no sé si suple el riesgo de que alguien que pretendía hacer algo, por frustrado que esté, no lo vuelva a intentar: en ese caso, es una reproducción menos en un video de un canal de YT, elemento clave para quien vive de esa plataforma. Yo ya sé que lo voy a reintentar, sí, pero hay quien estoy seguro de que no. Y esto es grave pensando en todos los campos a los que esa actitud se puede diseminar (volviendo al ejemplo youtubero, todos los videos y canales que no se van a reproducir ni seguir y todas las nuevas cosas que mucha gente no va a descubrirse haciendo -lo que vueeelve a ser menos plata para quienes de ello viven). Iluminar algo con tanta luz no sólo provoca más sombra -en quien es iluminado- sino que, en muchos casos, ciega. Es una metáfora horrible, pero lo que trato de decir es: no estaría de más que al final cada video, aunque sea, alguien se ocupe de poner un cartel y diga: "Che, si no les sale, está todo bien igual".

sábado, 25 de julio de 2020

Estado de Poesía

          Primer año de la Secundaria: una nefasta profesora de Castellano nos hace pasar al frente y, como tarea, recitar un poema a elección de memoria delante de la clase, como si estuviéramos en los años '50. Nosotrxs, que tenemos 13 años y nos conocemos hace 6 meses, nunca jamás leímos uno ni de papel en esa circunstancia. No hay uno que no pase y se sienta humillado. Una compañera se toma el laburo de traducir y traer "Friday, I'm in Love", de The Cure. La devolución, me acuerdo como si fuese hoy, es: "Tampoco es que lo tradujo Cortázar".
          Tercer año de la Secundaria: una profesora de Literatura, más nefasta aun que la anterior, nos da una serie de poemas a leer en un cuadernillo junto con una serie de recursos poéticos para explicarlos y otros poemas más que ejemplifican los mismos. El análisis literario, entonces, se vuelve una disección del texto -como si fuese un cuerpo muerto- donde hay que encontrar los recursos que usó lx autorx para llegar al efecto estético. Los poemas son bloques de recursos puestos como ladrillos y la arquitectura final va en una sola dirección. El trabajo se vuelve un dificultoso desarme de esa construcción y, para los menos avezados en las letras, una adivinanza. "A ver, ¿qué recurso usó el autor acá? ¿¿Y por qué?? ¿¿Y qué quiso decir??", parecen susurrar las consignas con voz para niñxs. Lxs autores, entonces, pasan a ser unxs petulantes narcisistas que juegan al misterio y donde no los entendés queda en el aire la sensación de que "no te da", como un boludeo fino. Los tipos, entonces, escriben entre ellos, para ellos, y de una manera que saben que la gilada no los puede correr porque la emoción -por lo menos a esa edad- es que aun la poesía es "para algunos", "para unos pocos". Ojo, hay otras interpretaciones, eh, son válidas, se aceptan, pero siempre justificando de manera adecuada. Y la "adecuación", eso sí, parte y termina en el criterio de ellos, los profes. En un tiempo acotado, cuando hay evaluación. 
           En todo este tiempo, nunca, pero JAMÁS de los jamases, se nos pregunta qué pensamos respecto al poema, o qué nos genera, o cómo lo percibimos, cómo lo sentimos. Si lo escrito lo hubiésemos expresado de otra manera, si esa manera es la adecuada... 
           Primer año de la Licenciatura: un compañero, que luego será mi amigo, cuando le comento que hago poesía oral en vivo fin de semana por medio, me contesta: "Ah, yo no entiendo poesía". Pero no me lo dice despectivamente, eh, ni mirándome en menos. Lo dice como reconociendo una limitación, como diciendo "va más allá de mi alcance". Extraño, pues sospecho -y luego confirmaré- que este muchacho era y es muy inteligente. 
           La poesía -sobre todo la poesía escrita- suele ser vista, primero, con mucho desinterés. Luego, con mucho prejuicio, por lo mismo que acabo de contar. Y es una lástima pues puede ser una herramienta o un canal tan útil, una forma de expresión tan abierta que mostrarla y enseñarla de esa manera todo lo que genera es un efecto contraproducente. No digo que introducirnos a tan maravilloso género esté mal (al contrario) pero, ahora bien, pretender por ejemplo empatar las subjetividades de un par de infantes apenas en expansión... es riesgoso. Innecesariamente riesgoso. Pareciera casi una implantación de dichas subjetividades. "Esto es lo que hay que sentir", "esto es lo que hay que interpretar". La cosa no funciona así.
            No voy a explayarme mucho más pues no tengo mucho más que decir. Probé cerrar este texto de muchas maneras distintas pero ninguna me convencía. Mi único deseo es que, si alguien tuvo una repulsiva entrada a ese mundo, ojalá se dé una segunda oportunidad. Y, si por algún motivo, alguien que va a enseñar literatura está leyendo esto, tenga cuidado a la hora de ofrecer las primeras plantas a sus próximos alumnxs. Pocas cosas peores que el que te alejen de aquello que no sabés cuánto bien te puede hacer.

domingo, 2 de febrero de 2020

Disco, Baby Disco III/Ten Years Gone III

(Este posteo debió haber salido en Septiembre del año pasado pero hubo olvidos de por medio)

Un poco tarde pero el año pasado se cumplieron 10 años de no descargarme música. Lo decidí de sopetón, me acuerdo, mientras miraba la pantalla del Ares. Y empecé a comprarme discos como única fuente de ingreso musical. La radio ayudaba lo que podía. 
En realidad, era más por el tema de sentir que les estaba robando a mis artistas preferidxs si hacía eso que otra cosa. Un romanticismo que veía en lo "ilegal" una traición. Faltaba un rato para que me enterara que el trato con las discográficas dejaba más plata a la empresa que al artista -aunque ya lo sospechara. Una vez, de hecho, en 4° año, le pregunté a un profesor de derecho si había alguna posibilidad de iniciar una acción legal para ayudar en ese aspecto. ¡Sí, así de gorra! ¡Jaja! Y pensar que la ley S.O.P.A. recién se popularizó en 2012. Un visionario. Pero que se entienda: creía que el músico perdía mucho más con eso de por medio. Ni a palos me imaginaba que ellos lo tomarían como un elemento de pura difusión gratuita para arrastrar a más gente a sus shows, como finalmente sucedió. Inventé un mail y todo para gente que se quisiese encargar del asunto conmigo (está aquí en el blog sugerido y todo): al-rescate-del-rock@googlegroups.com. Creo que todavía funciona. 
Sólo quería que el resto lo viese (a los discos, al artista) como los veía yo: como una pequeña obra de arte. Hoy por hoy, la tecnología cambia y así los modos de escuchar. Pero es una lástima que aun así, por ejemplo, traperos o reggaetoneros no se animen a sacar discos en formato físico. Entiendo que ya casi no hay soportes para reproducirlos, pero también es una pérdida de oportunidad para sumar más material a su placa, de hacer algo más artístico aún. Sí, todo es industria: pero no estoy en posición de juzgar a nadie que publique material pues, lo banque o no, jamás puedo saber cómo va a desarrollarse su camino artístico a medida que pase el tiempo. Ya hacer un género en particular no es garantía de nada, ni en cuestiones materiales ni artísticas misma. Entonces, con el apoyo discográfico no se pierde nada intentando un poco más allá. Quién sabe si esto lo decidirán lxs artistas o no -yo supongo que no. A las disqueras quizá no les interese ahondar en eso. O sí, y el público con los años ha mostrado su desinterés. O cómo lo han desinteresado. Cambia la industria, cambia el consumo. Y viceversa. 
En fin, 10 años de escuchar música de una manera que prefiero por sobre otras (excepto vinilo, que nunca tuve), por calidad sonora y por el tiempo que implica escucharla. Hay decisiones estéticas tomadas alrededor de unos 40' promedio estipulados para un material ser oído. Una determinada manera de componer, de armar, de pensar un disco en base a disposiciones tecnológicas de la época. Y me cabe. Es una manera de entender el oído y la escucha de un tiempo (y los CDs/LPs dobles, la ambición de dicha banda o artista). No sé si me conformo con eso, tampoco. De una escucha individual "limitada" a una ilimitada mi única duda es si escuchamos "como corresponde" o solamente oímos. El incorporar música a razón de los discos que me compro (que son muy pocos, vista mi permanente situación económica) me dio y me da tiempo de apreciación y de re-escucha de aquello que quiero y poseo, y por eso no me canso ni me apuro: porque me permite -aun con cierta trampa- sorprenderme. Tal vez en eso viva la sorpresa, al fin y al cabo: en una imprecisa aritmética que sume tiempo y silencio.