lunes, 11 de septiembre de 2023

Message in a Bottle (The Message)

     Nunca escuché "¿Cuál es?", aquel programa que dominó 10 años el aire radial de Mario Pergolini, estaba demasiado enfrascado escuchando la Mega. No me llamaba demasiado la atención el título, como que le faltaba algo: ¿cuál es qué? ¿Qué es lo que hay? ¿No debería ser 'cuál hay' o 'cuál está'? Si bien la retórica de la pregunta debía llevarme a contestarla escuchando el programa (bien pensado), lo cierto es que conmigo nunca funcionó.
    Este año encaré más decididamente la organización de eventos. Eventos culturales-artísticos under, para ser más específico. Difundir, promocionar artistas emergentes o de trayectoria no reconocida me ha parecido clave en este mundo, a punto de volverse mi leit motiv, desde mis tiernos 15 años. Hoy, con un poco más de recorrido y edad, me encargo de hacerlo en soledad desde Karvum Producciones, mi productora audiovisual independiente. 
    Un par de conclusiones al respecto: más difícil que hacer esto es mantenerlo. El impacto inicial de cualquier idea puede estar bueno y funcionar, pero sostenerlo con la misma regularidad y entusiasmo no es sencillo. Sobre todo porque empiezan a jugar factores que en una única ocasión quizás no afecten, pero a la larga sí. Ocurre si trabajás con las mismas personas, o con diferentes. El peor de los cánceres, siempre, es cuando del otro lado -cualquiera sea el otro lado- se descree de aquello que se está haciendo. Hablo de artistas y de organizadores, de difusores y dueños de locales. Al desgano vertido en un proyecto que debe ponerse de pie o empezar a caminar, nada lo vence, porque logra que se caiga solo. No se convoca, se deja estar el proyecto, se lo abandona, cae víctima de la procrastinación. Se espera que las cosas pasen porque sí. Cada tanto talla un 
curioso fenómeno recíproco: el espacio espero que el/la artista traiga a sus seguidores y, al mismo tiempo, este espera que al lugar caigan sus habitués, ambos para llenar la fecha -se pueden imaginar en qué deriva la cuestión. O, anclados en el éxito de otros ciclos/números, organizadores ni se molestan en defender algo incipiente porque no puede, no quieren o no le ven futuro. Resultante, una triste profecía autocumplida.
    Innecesario pues, con un poco de ganas, la cosa tranquilamente podría mejorar. Y no lo digo sólo en un sentido romántico, lo digo en un sentido comercial. No hace falta más que una buena curaduría para poder potenciar personas y que eso genere un circuito comercial entre más espectadores que conozcan un lugar y quieran habitarlo como consumidores. No va a ser un perfecto círculo virtuoso, pero tampoco existen los negocios perfectos. Luego queda superar los imponderables: el clima, la competencia con los servicios de streaming, los problemas personales y la situación económica general.

    Capital, obviedades al margen, no es Provincia. Las tarifas y las posiciones socio-económicas no son las mismas. Las distancias y las audiencias, tampoco. Y lo absurdamente caro que se volvió CABA debería, en teoría, mover al público hacia zonas más baratas (PBA). No obstante, la falta de costumbre + el acceso trabajoso no colocan a esta como la primera opción. El PRO apuesta y especula con la comodidad y vagancia de sus pobladores, que no van a ir a la insegura Provincia de Buenos Aires (excepto Olivos/Vte. López) a ver artistas nuevos para volver a cualquier hora, porque saben que al fin y al cabo todo está aquí. Buenos Aires no va a salir de su lugar protagónico y a ningún extranjero lleno de dólares -los principales apuntados- le importa la escena under de Bernal o Ramos Mejía. Para que ocurra lo contrario, debería haber una política de mejora económica (sobre todo en la clase media) y otra de transporte -algo que en esta enorme inmobiliaria feudal que es Ciudad de Buenos Aires hace 20 años que no pasa. 
    Frente a este panorama, buscar algo artísticamente trascendental y exitosamente comercial -características no necesariamente excluyentes- se torna complejo. ¿Debo obedecer ciegamente a la demanda -¿cuál demanda?- a pesar de que ello no me agrade o ir por sí o sí por donde me guíe el instinto? ¿Es posible combinar ambas cosas? Y si no, ¿cómo lograrlo con lo único que yo considero de calidad respetable? ¿Es tan solo falta de publicidad? ¿O de tiempo?
    [No voy a hablar de subsidios porque no es mi área, pero sí quiero dejar constancia de que no puede ser que entregarlo tarde entre 1 y 2 años: proyectos y lugares enteros pueden desplomarse en un lapso de tiempo así]
    Cuando no tenés una banda de gente que te siga a todos lados bancando la parada en la que sea o simplemente no tenés el aura social que hace falta para entusiasmar a lo que están alrededor tuyo (yo), la constancia de cierto ciclo o propuesta se agota. Puede estar buena la propuesta y todo, pero donde no hay público, la cuestión empieza a flaquear. Le adherimos las circunstancias que describí anteriormente y los dueños del local te empiezan a mirar, a decir con suspiros "hay que hacer algo con esto [terminarlo]". Todo debe cerrar clin-caja (y me parece perfecto). Mantener un bar o un centro cultural (sostenidos de la compra/venta de comida/bebida) no es fácil. No es nada fácil, de hecho.
    ¿Qué hacer entonces frente al desmoronamiento de propuestas, los cierres de lugares o los aprietes de los dueños? ¿Cómo hacer para enfrentar la depresión de ver cerrar o acabar una propuesta artística o lugar que las concentraba?

    Y es ahí, entonces, cuando entiendo la pregunta inicial que me hice aquí, cómo se completa esa pregunta inconclusa: ¿cuál es el mensaje? ¿cuál es la que hay que hacer? ¿Qué mensaje les damos a futuros músicos, artistas y trabajadores de la cultura en general si bajamos los brazos? Sea cual sea el resultado final entre las opciones, es imperioso el uso y obtención de información, de conocimiento. Teniendo en cuenta que es muy complicado llevar producciones adelante -y más haciéndolo por propia cuenta, como a mí-, no queda otra que cruzar data. En el mejor de los casos, si hay un encuentro con otro en la misma sintonía o tras el mismo objetivo, planes o proyectos espontáneos pueden surgir. Esto es una semilla que debe nutrirse de sí misma y de lo que provea el suelo -me disculparán la metáfora hippie- pues no podemos especular con que vaya llover. Especular no sirve de nada (en la vida).
    Durante mi adolescencia, lamenté nunca haber encontrado a la banda que me marcara e identificara toda la vida durante su actualidad. Lo más cercano que tuve fue Proyecto Infinito, la banda de un ex amigo que nunca llegó tan alto como se merecía, y Duratierra que, si bien son buenísimos, hacen mayoritariamente folcklore, y yo quería Rock, ja. Puede que me haya perdido a "esa banda" por prejuicioso, pero al menos me hubiera gustado tener la posibilidad de elegir. Esto que escribo acá también viene a ese cuento: para entregarle a alguien la chance de conocer ese fenómeno artístico que lo ayude a pasar más amenamente la vida, a comprenderla y comprenderse, a destruirse y rearmarse. 
    No sé cuál es la respuesta a todos los interrogantes que planteo, sé que no hay una sola y que pretender dominarlo todo no es la correcta, pues los imponderables siempre van a existir. Mi deseo es que entre quienes organizamos podamos pasarnos info y hacer que la misma circule para poder re-traccionar entre todos el circuito cultural independiente de forma tal que reditúe en buena manera para todas las partes. No es una misión dictada por nadie, pero como objetivo macro-cultural a largo plazo, puede ser muy benévolo ver en qué puede transformarse y decantar una política de cultura under conjunta. Resultados positivos, a lo largo de la historia, no han faltado.

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