domingo, 26 de octubre de 2014

Silencio

"La música está en el silencio"
Jimi Hendrix

Lo siguiente a reflexionar ocurrió así: salí de un recital de El Limacoco en Niceto B donde todo había sonado muy bien, con la única excepción de que salí aturdido. Insisto, todo bien con el sonido pero luego no me podía dormir porque escuchaba mis oídos zumbar. Ahí dije: "Basta".
Para los que somos adictos musicales y no podemos pasar un minuto sin tener música de fondo, buscamos de cualquier forma que algo suene y nos cree el clima o escenario ideal para lo que estamos haciendo. Sucede que, como todo extremo, llega un punto en el que comienza a ser perjudicial, Muchas veces escuché que oír música a un volumen arrollador puede dejar sordo a la larga; pero no sé si no le presté atención por miedo a que fuera verdad o porque me comía la vorágine de las canciones. Lo cierto es que, de ocurrir, sería el peor de los castigos para quienes hacemos de la música nuestra religión, pero en el Rock está difícil no ser así. Cuanto más bajo pedís escuchás, más viejo estás -dicen.
En este caso, el miedo  cundió efecto y elegí pasar a un proceso nuevo donde pudiera re-significar el silencio. Sacarme los auriculares cuando voy por la calle, dejar de tener siempre un telón musical. Pasar a escuchar otras cosas y darle el aire necesario al oído para que vea otras cosas.
El silencio, aquella materia que muchas veces ignoramos o miramos en menos porque creemos que no aporta nada. Llamamos 'silencio incómodo' a ese momento donde nadie dice nada, o no sabe qué decir y tiene miedo que el otro se sienta mal, o piense mal de uno. Por eso se lo evita.
El silencio, como cualquier otro elemento, complementa nuestras vidas, le da otro color. Hablando de colores, se me ocurre analogar el silencio como el color negro, ya que uno es la "ausencia" (nunca total) de sonidos; y el otro, la ausencia de luz. Tiene sentido: el "color" negro sólo se ve interrumpido por la presencia de la luz luego transformada a colores, no al revés. Con el silencio pasa lo mismo. 
Pero creo que es necesario para nuestro bien y nuestra vida. El silencio llena, está, nos acompaña nos guste o no. Es nuestra hoja en blanco para hacer sonar lo que querramos. Empezar a valorarlo como tal y dejarse llevar un poco por ese río sordo, dándose la posibilidad uno de poder encontrarse con uno mismo. 
De la experiencia -que duró una semana- rescaté cosas muy buenas. Una tarde donde me tocó almorzar sin compañía, estaba nublado y se prestaba el clima ideal para poner un disco de fondo (Texas Flood, para ser más preciso), decidí no hacerlo. No me fue mal: descansé, pensé, reflexioné, y no por eso me sentí solo -a pesar de nunca estarlo en total. También pasé a escuchar mejor, pudiendo focalizar el oído en aquello a lo que le quiero prestar atención. Transité por un "silencio incómodo" que no fue tal, sino que decidí atravesarlo con el merecido espacio y respeto que le debía y no la pasé mal. Por eso, creo que su debería tratar de buscar una alianza con aquello que nos rodea en la vida -evitando malditos estímulos externos- para poder entenderlo un poco mejor. El plan aquí no es sufrir, al contrario. A través de nuevos modos, puede que nos interpele una sabiduría con más profundidad.

1 comentario:

  1. Es cierto que llega un momento en que la vorágine del mundo (la disfrutemos o no, como en el caso de la música que se mezcla desenfrenada con nuestra vida) nos pide un momento de descanso, de tranquilidad, de soledad. Y es muy bueno encontrar ese estado silencioso y tranquilizador sabiendo que en cualquier momento, cuando queramos, tenemos a mano ese disco de Led Zeppelin para volver a escucharlo a volumen 10. A ese silencio lo podemos encontrar encerrados en el cuarto, en el baño o en el medio de la muchedumbre, a través de la cual caminamos sin tenerla en cuenta, pensando en nosotros mismos y en todo lo que nos hace bien. Celebro tus palabras, Lean, y recordá que EN EL SILENCIO MADURAN LAS GRANDES COSAS.

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