sábado, 13 de septiembre de 2014

La Memoria

Una de las teorías (así, al aire) que tengo sobre por qué al mundo le va mal habla de que la humanidad no conoce certeramente su origen, sus inicios. De suceder, probablemente se aclararían cuestiones relacionadas con Dios y esas cosas -aunque no faltaría el idiota que desestimaría estas deducciones y lo volvería a inventar, etcétera.
Otra de dichas teorías habla de que las personas no hacemos un buen ejercicio de memoria. En Argentina sólo se habla firme y profundamente de memoria cada 24 de Marzo, después nunca más. Pero la memoria a la cual me refiero tiene que ver con uno mismo. 
Científicamente hablando, la memoria -perdón la redundancia- no se define como la capacidad de recordad sino como la capacidad de no olvidar, que no es lo mismo. Esto quiere decir que, entre menos "capacidad" para olvidar tengamos, más "memoria" tendremos. El poder de filtro que tiene la mente nos permite dejar en el recuerdo o no (¿a voluntad?) aquellas cosas que nos han afectado para bien y para mal a lo largo de nuestra existencia -¿se imaginan acordarse la vida entera?- , y a partir de allí juzgar, analizar y obrar en consecuencia, según las enseñanzas. 
Ahora bien, el ejercicio de memoria no es tan sencillo. Hace poco, me he dado cuenta que el considerar todos estos eventos y actuar después no es fácil. Por alguna razón que desconozco -asumo será la vorágine de los días, que no nos deja pensar con paciencia- esas sensaciones que antes me obligaban a reaccionar, lentamente van desapareciendo.
Como todo adolescente, quise hacer la Revolución. Hoy también quiero, pero desde otro punto de vista. Ya el cerebro que dicta el accionar meditado y político le va ganando progresivamente a la pasión del corazón, que iba con todo con un poco más de fuerza que de argumentos. Sucede que también, aquello que antes irritaba y obligaba a reaccionar, hoy lo veo con más entereza y comprensión porque entendí que la Revolución no se hace sacando una bandera a la calle. Más silencio no implica menos militancia. 
Pero tampoco implica que nos vayamos a olvidar de esos motivos. Y en eso consiste el trabajo de memoria que pido y el pueblo no hace. Ahora que tengo algunos ingresos independientes, es notable ver cómo ya proyecté qué discos/libros/películas me quiero comprar. No sé si en otro momento pensar así me hubiera causado pánico, pero tampoco sé qué pensaría de otra forma. 
Y esa cierta independencia, lamentablemente o no empuja a olvidar necesidades que se tenían sencillamente porque ya no se las tiene al ocupar otro escalafón de la escalera. Otra opción no menos válida es que aquellos conceptos que parecen olvidados ya los haya incorporado y operen desde algún rincón oculto de la cabeza.
Por mi parte, hace poco comencé un lindo proyecto de auto-biografía inmediata que, lejos de ser un trabajo puramente narcisista, sirve para retomar ciertas sensaciones pasadas y no olvidar. No olvidar aquello que me hacía mal y hoy verlo como bien. No olvidar cuáles eran mis reclamos y dejar de reproducirlos porque así como me pasaba a mi le puede pasar a otros compañeros. Es el último paso para avanzar de la siempreviva memoria individual a la tan deseada conciencia colectiva.

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