sábado, 30 de noviembre de 2013

Disco, baby, disco

Esto sucedió hace ya unas semanas, pero hay ciertos temas que no pierden vigencia. Hace no tanto pasó la famosa "Noche de las disquerías", un lugar y espacio pensados para la 'difusión de artistas' y músicos donde los locales de música ofrecen "descuentos" para que la gente pueda adquirir placas a un costo menor. Teniendo en cuenta mi punto de vista como periodista, como oyente y como -espero- potencial músico, quisiera expresar un par de cosas al respecto.

El disco es algo único. Eso está fuera de discusión. Y lo dice alguien que pocas veces tuvo un vinilo en manos. 
Sucede que la placa como tal no es solamente un mejunje de canciones, sino que es mucho más: desde la forma de la tapa, el dibujito, el volumen, el librito de adentro, las letras, los créditos, los músicos, los textos, lo que está impreso sobre el disco, las canciones, el lomo y hasta la contratapa. El disco es una idea, un concepto, un espíritu. Un alma que fue parida con todo el amor del mundo para que ese catéter de energía se traspase de un humano a otro. No es simplemente un plastiquito que gira adentro del equipo reproductor. Eso parece ser lo que no se entiende. 

Lamentablemente para las personas, la mayoría de las veces nos quedamos con lo que vemos por afuera, externamente. Y no, lamentablemente un disco es algo mucho más profundo. Como un libro, no es la historia en sí lo que vale -o sí, pero además-, es lo que nos deja, aquello que nos enseña, que nos trasmite. El capitalismo aplastante ha logrado que obras de arte tan magnánimas estén a precios estrafalarios y que por ende a la gente promedio se le complique comprar. Contra este límite, descargarse música fue LA solución en su momento. Ahora bien, el alejamiento cada vez más progresivo del disco como material de contacto está haciendo que ese amor por la placa se vaya perdiendo. Antes, un disco también estaba caro -acá-, con lo que si uno se lo compraba, ese iba pasando de mano en mano -había un toque mucho más orgánico en esa relación. 

Hoy día, esa pérdida de contacto, más los precios y la poca variedad -mejor no hablemos de calidad- hizo desvanecer las ganas de querer comprar discos. Sin embargo, en La Noche... me tocó ver stands hasta las bolas de gente, dispuesta a comprar. Yo me pregunto, ¿por qué eso no sucederá más seguido? Porque, no nos engañemos, los descuentos eran mínimos, pero aun así veía canastas llenas. Está bien que una buena parte de la masa la careteaba -este mundo es repetitivo, cruel y triste- pero ya que se "disfruta" tanto, ¿por qué no hacerlo más seguido? Comprar un disco es un hermoso ritual, que va desde el hojearlo hasta la escucha final.
Por eso, volvamos a los discos. No en pos de las empresas discográficas -cuyo monopolio se ve amenazado por las empresas de comunicación- sino por nosotros, por darnos un gusto auditivo, de disfrutar de esa magia infinita que nos da la música, adentro de su adecuada cajita, y llenar el vació de pleno vuelo artístico y espiritual.



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