viernes, 28 de febrero de 2014

Mi Escuela, el Camino

Esta cuestión viene a tapete porque creo que suma una cantidad de cuestiones que a lo largo de mucho tiempo negué, cuestioné o repudié, pero que a causa de los últimos acontecimientos conviene volver a traer a coalición. 
Es cierto que innumerables veces critiqué el sistema de enseñanza/educación en Argentina diciendo que era horrible y estaba mal dado -aun lo sostengo. Pero una cosa es que te eduquen mal y otra muy distinta que directamente no lo hagan. Porque el que te eduquen mal te da la chance, al menos, de cuestionarte más y más el sistema educativo y el general para ver cómo solucionarlo o para explicarte por qué las cosas están como están. Y si bien la mayoría de los profesores son malos o mediocres, uno bueno que te abra la cabeza va a haber.
En este último tiempo, el sistema de inscripción online dejó a 17.000 pibes sin vacantes en colegios de índole pública; y por la irregularidad de las mismas (llamarte para que una voz de grabadora te diga que te la sacaron) quedaron en suspenso -o sea, sin nada asegurado- más de 68.000 chicos. No hay lecturas inocentes en esto: fue un claro ataque a la educación pública. A través de un progresivo vaciamiento, y una actitud hipócrita distraída e indiferente, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires está tratando de socavar lentamente la educación de la mayoría. Se gastaron 15.000.000 de pesos en la inscripción vía Internet. ¿No era más fácil dejar que los 2 métodos funcionaran conjuntamente?
Ahora, para colmo, se planteó que los chicos que no entran (la mayoría de zona sur, raro, ¿no?) van a estudiar en... containers! ¿Cómo se puede pretender que alguien aprenda estando dentro de un tacho de basura? Pero no son inventos míos, estas cosas están hechas de durlock, sin la aislación térmica necesaria. ¿Parece poco? Cada aula container cuesta más que construir un aula individual en cada escuela...

Otra cosa que, creo, a esta altura no debería sorprenderme es la indiferencia de la sociedad. Gracias a todos, pedazo de hijos de mil putas, por defender a este sorete justificándolo a más no poder y no preocuparse por la educación general de los bepis, que se van a ahogar adentro de esas cajas de zapato. Poca gente en las movilizaciones, en las marchas, en las sentadas, en las puertas de los edificios. Si el día de mañana se encuentran diciendo 'qué mal está la educación', ya saben, alguien dejó que esto accionara. No es casualidad que se abriera una sesión extraordinaria en la Legislatura de CABA para resolver -un eufemismo- este conflicto. No muchos lo saben, pero pertenezco a un colectivo (no me gusta llamarlo 'agrupación') conocido como Campaña por Mi Escuela Pública, compuesto por adolescentes del ámbito secundario o inminente facultad. Pero la mejor parte sin duda es que no sólo somos independientes de verdad, sino que somos bien heterogéneos (o sea, compuesta de gente que viene de agrupaciones bien distintas). Pero entendemos a la educación por encima de cualquier cosa, emergiendo como el combustible para cambiar el mundo al calor de los días venideros. Hemos tenido apoyo de padres, docentes, compañeros, amigos, y todos estamos de acuerdo en que la fuerza que provoca el estar junto bogando por una sabiduría popular y solidaria es el picaporte hacia un planeta más abierto. Por ende, no nos vengan a decir que la juventud está perdida: en todo caso, afirmen que a muchos les chupa un huevo y prefieren el derrotismo a levantarse de sus cómodos asientos burgueses.
Otra posible salida sería auto-educar uno a sus propios hijos, que no lo veo mal pero tampoco veo certeramente cómo salir adelante en cualquier emprendimiento sin un título universitario. Ojalá me equivoque. Lo cierto es que, sin la posibilidad de compartir un lugar colectivo, aprendiendo esas cosas que no están en los libros, difícil está el salir adelante. Ojalá la sociedad encuentre la solución, o será el futuro el que le será difícil de encontrar.

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