Desde
que se disolvieron las últimas bandas populares/masivas (dependiendo del caso)
de los años ’90, fue y es común escuchar por las calles que “el Rock argentino
es una mierda”. Un poco por prejuicio, otro por ignorancia, por creer que lo de
afuera o el pasado siempre es mejor, o por esa maniática tradición que tiene
nuestra sociedad de auto-lacerarse, mucha gente desconoce (o pretende pasar por
alto) que un nuevo Rock se avecina.
Es
cierto, no parece obvio a simple vista. Teniendo en cuenta que la escena under y media quedó herida de muerte
tras Cromagnón, era difícil esperar una resurrección neta cuando aún no han
pasado ni 10 años. Pero más allá de que la problemática de lugares para tocar
siga presente (y lejos esté de resolverse), las bandas dejan todo en cada
ocasión que se les presenta sabiendo que alquilar cualquier lugar decente es
muy caro (La Trastienda, por caso,
estaba a $3.000 el año pasado).
Acorde a los cambios que se
viven, la actividad cultural-artística musical fue y va respirando de un nuevo
oxígeno. A partir del periodo económico ascendente vivido entre los años 2008 –
2011 donde el poder adquisitivo de las clases medio-altas, altas y muy altas
fue creciendo progresivamente, muchos de ellos decidieron invertir en equipos
de instrumentos, sonido y elementos para decorar su música (pedales,
sintetizadores, entre otros) o para sus producciones estéticas (Compost, de Cielorazzo, Historias
perdidas, de El Bordo o Frente a frente¸ de Carajo; por ejemplo) y sus consecuencias comienzan a aflorar.
Gracias a la monstruosa
ayuda que ofrecen las redes sociales e Internet general, las bandas pueden
lograr una auto-difusión sin depender de una discográfica que les imponga
condiciones a cambio. No les deja rédito económico alguno, pero logra que gente
que tal vez no compraría sus CD’s en primera instancia –por escuchar 2 temas
locos en la radio – tenga un primer acercamiento a los sonidos y pase de ser un
público virtual a uno potencialmente real.
Sería absurdo ignorar que
una parte de nuestra música sigue produciendo contenidos de una chatura
impresionante, impulsado por el olfato platino de las radios. Pero no debemos
darle bolilla a sus intereses burgueses, lo importante es lo que pasa fuera de
los grandes medios de comunicación, ahí donde no llegan porque creen,
erróneamente, que no interesa al público –y no saben, ahí se fecunda la
generación naciente.
Un factor de suma
importancia es que las bandas se conocen entre
sí: Salta la Banca invitando a Eduardo "Vasco" Bariain
(Chevy Rockets) en su show en el Malvinas
Argentinas; la gente de Eruca Sativa
en los videos de Connor Questa (si
bien las protagonistas de ambas bandas son hermanas, no implicaría
necesariamente una conexión). En otro plano, Charly invitando a Pity Álvarez para hacer La Sal no sala (y quedó trunca la
invitación a Skay) deja entrever una
conexión entre los ‘70/’80 y los ’90 a través de sus 2 exponentes estrella. El
Rock argentino no pareciera solo renacer de sus cenizas, sino también estarse perdonando a sí mismo.
Por otro lado, las bandas
históricas y populares siguen captando gente en grandes lugares cuando se lo
proponen (La Renga en el Hipódromo, El Indio Solari en Mendoza), con lo que
se sigue revitalizando la frescura de los clásicos. El público respeta lo que
hizo historia en su momento pero también hay una forma de hacerle saber que el
panorama se transforma.
De la mano con esto viene el respeto hacia los mayores, algo que la generación
del ’90 se había encargado de romper. Un claro ejemplo es la versión de Ana No Duerme (Almendra, 1969) que
grabaron Lula Bertoldi (Eruca
Sativa), Santi Aysine (Salta la
Banca) y Ale Kurz (El Bordo) en voz;
Gaspar Benegas (Las Manos de
Filippi/ Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado) y Julián Kanevsky (Andrés Calamaro) en guitarras; Joni Monty en bajo y Andrés El
Niño Vilanova (Carajo) en batería. Al mismo tiempo ocurren casos como Litto Nebbia tocando con Los Reyes del Falsete o La Perla Irregular; o el de Javier Malosetti apadrinando a Sambara. Me ha tocado escuchar al épico
Pipo Lernoud hablando bien de Les Mentettes.
En suma, con talentos nuevos
–e inagotables, por definición -, medios independientes para difundir, posibilidad
de acceso a herramientas vía web, un panorama compañero para las bandas, respeto hacia los grandes pero con
hambre de gloria, ¿por qué no creer en el nuevo Rock argentino? ¿Qué duda cabe
de que posibilidades tiene? Luego, como cualquier tarea de partes, dependerá
del público saber elegir o no. ¿Quién dijo que todo está perdido? Ellos van a
entregar su corazón.