jueves, 20 de marzo de 2014

Mientras miro las Nuevas Olas

            Desde que se disolvieron las últimas bandas populares/masivas (dependiendo del caso) de los años ’90, fue y es común escuchar por las calles que “el Rock argentino es una mierda”. Un poco por prejuicio, otro por ignorancia, por creer que lo de afuera o el pasado siempre es mejor, o por esa maniática tradición que tiene nuestra sociedad de auto-lacerarse, mucha gente desconoce (o pretende pasar por alto) que un nuevo Rock se avecina.
            Es cierto, no parece obvio a simple vista. Teniendo en cuenta que la escena under y media quedó herida de muerte tras Cromagnón, era difícil esperar una resurrección neta cuando aún no han pasado ni 10 años. Pero más allá de que la problemática de lugares para tocar siga presente (y lejos esté de resolverse), las bandas dejan todo en cada ocasión que se les presenta sabiendo que alquilar cualquier lugar decente es muy caro (La Trastienda, por caso, estaba a $3.000 el año pasado).
Acorde a los cambios que se viven, la actividad cultural-artística musical fue y va respirando de un nuevo oxígeno. A partir del periodo económico ascendente vivido entre los años 2008 – 2011 donde el poder adquisitivo de las clases medio-altas, altas y muy altas fue creciendo progresivamente, muchos de ellos decidieron invertir en equipos de instrumentos, sonido y elementos para decorar su música (pedales, sintetizadores, entre otros) o para sus producciones estéticas (Compost, de Cielorazzo, Historias perdidas, de El Bordo o Frente a frente¸ de Carajo; por ejemplo) y sus consecuencias comienzan a aflorar.
Gracias a la monstruosa ayuda que ofrecen las redes sociales e Internet general, las bandas pueden lograr una auto-difusión sin depender de una discográfica que les imponga condiciones a cambio. No les deja rédito económico alguno, pero logra que gente que tal vez no compraría sus CD’s en primera instancia –por escuchar 2 temas locos en la radio – tenga un primer acercamiento a los sonidos y pase de ser un público virtual a uno potencialmente real.
Sería absurdo ignorar que una parte de nuestra música sigue produciendo contenidos de una chatura impresionante, impulsado por el olfato platino de las radios. Pero no debemos darle bolilla a sus intereses burgueses, lo importante es lo que pasa fuera de los grandes medios de comunicación, ahí donde no llegan porque creen, erróneamente, que no interesa al público –y no saben, ahí se fecunda la generación naciente.
Un factor de suma importancia es que las bandas se conocen entre sí: Salta la Banca invitando a Eduardo "Vasco" Bariain (Chevy Rockets) en su show en el Malvinas Argentinas; la gente de Eruca Sativa en los videos de Connor Questa (si bien las protagonistas de ambas bandas son hermanas, no implicaría necesariamente una conexión). En otro plano, Charly invitando a Pity Álvarez para hacer La Sal no sala (y quedó trunca la invitación a Skay) deja entrever una conexión entre los ‘70/’80 y los ’90 a través de sus 2 exponentes estrella. El Rock argentino no pareciera solo renacer de sus cenizas, sino también estarse perdonando a sí mismo.
Por otro lado, las bandas históricas y populares siguen captando gente en grandes lugares cuando se lo proponen (La Renga en el Hipódromo, El Indio Solari en Mendoza), con lo que se sigue revitalizando la frescura de los clásicos. El público respeta lo que hizo historia en su momento pero también hay una forma de hacerle saber que el panorama se transforma.
De la mano con esto viene el respeto hacia los mayores, algo que la generación del ’90 se había encargado de romper. Un claro ejemplo es la versión de Ana No Duerme (Almendra, 1969) que grabaron Lula Bertoldi (Eruca Sativa), Santi Aysine (Salta la Banca) y Ale Kurz (El Bordo) en voz; Gaspar Benegas (Las Manos de Filippi/ Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado) y Julián Kanevsky (Andrés Calamaro) en guitarras; Joni Monty en bajo y Andrés El Niño Vilanova (Carajo) en batería. Al mismo tiempo ocurren casos como Litto Nebbia tocando con Los Reyes del Falsete o La Perla Irregular; o el de Javier Malosetti apadrinando a Sambara. Me ha tocado escuchar al épico Pipo Lernoud hablando bien de Les Mentettes.

En suma, con talentos nuevos –e inagotables, por definición -, medios independientes para difundir, posibilidad de acceso a herramientas vía web, un panorama compañero para las bandas, respeto hacia los grandes pero con hambre de gloria, ¿por qué no creer en el nuevo Rock argentino? ¿Qué duda cabe de que posibilidades tiene? Luego, como cualquier tarea de partes, dependerá del público saber elegir o no. ¿Quién dijo que todo está perdido? Ellos van a entregar su corazón.