martes, 28 de enero de 2014

De [Placer] y de Miedo

Siempre pensé que si tuviera un solo deseo, uno solito, pediría dejar de tener miedo. No tener miedo a nada. Porque la verdad es que este puto miedo no te deja hacer mucho. O casi nada. O no todo lo que uno quisiera. 
El miedo a la Muerte, que es el miedo final, es también la raíz madre de donde salen todos los otros miedos. El miedo al agua -ahogarse; el miedo al fuego -quemarse; el miedo a las alturas -caerse, todas tienen que ver con el dolor. Y después están los macro-miedos, digamos, tales como el miedo a las tormentas, la soledad o la oscuridad, que al fin y al cabo también están emparentados, pero son más generales. Sí conviene aclarar, no obstante, que no me refiero a fobias, porque sería entrar en otro terreno.
En fin, el miedo es una mierda bajo cualquier forma. Pero si algo se cansó de demostrar la vida -y yo en este blog- es que ningún extremo es bueno. Y con esto me refiero a que si no tuviera miedo a nada, tampoco sentiría placer por nada. Sin miedo no hay placer. El valor y la valentía que se requieren para superar cualquier escollo día a día sólo se compara con el placer que se siente una vez superado el mismo. El resultado puede no siempre ser positivo, pero sin lugar a dudas traza una enseñanza tremenda.
Son cuestiones de vida nomás. Nada es certero, nada es absoluto -o casi nada. No me gusta tener miedo, pero si para sentir placer hay que tener un poco, bueno, otra salida no queda. Pero evidentemente de anda serviría no tener miedo. Beware of what you dream...